En mis tiempos todo era mejor…
En2 marzo, 2019 | 0 comentarios | Esparcimiento | Etiquetas:

En mi niñez era frecuente escuchar a mi abuela y mis padres decir que en su tiempo todo era mejor. Desde mi perspectiva, habría que reflexionar ¿Qué significa un tiempo mejor? Quizás periodos en los que se vivía una economía más boyante, mejores prestaciones laborales, ciudades más pequeñas y seguras, familias unidas… ¿Quién puede realmente asegurar que los tiempos pasados eran mejores? Desde tiempos inmemoriales, la humanidad enfrenta dificultades pero también ha vivido momentos de ensueño y gran alegría. Y sino, para muestra basta un botón… En el siglo XIV en todo el norte de Europa hubo una gran crisis que sacudió los cimientos de las monarquías más importantes de la Europa Medieval. Mucha gente sucumbió ante el hambre, la enferemedad y la violencia imperante de esa época. Pero ante tales calamidades surgieron obras que trasciendieron como «El Conde Lucanor», el primer escrito en prosa gestado en España, el cual refleja todos los temores, penurias, anhelos y esperanzas de una población diezmada por la carestía, los conflictos políticos y devenos religiosos. En esta obra, Don Juan Manuel (autor), aborda temas muy variados y de gran importancia para su época como la salvación del alma, la conservación del estatus social y la fama, el incremento de la riqueza, el manejo de algunas virtudes como la paciencia, el agradecimiento y la lealtad, entre otros.

Como el ejemplo anterior, podríamos seguir hablando de tiempos difíciles que han motivado el desarrollo de obras magníficas. Por ejemplo, ante las crisis de los siglos XVII y XVIII florecieron creaciones como «La vida es sueño» de Calderón de la Barca,  «Andrómeda» de Pierre Corneilla, Kirchhofsgedanken (pensamientos de cementerio) de Andreas Gryphius, «Fábulas» de Jean De La Fontaine, «Primer Sueño» de Sor Juana Inés de la Cruz, «Fausto» de Johann Wolfgang Goethe, «El si de las niñas» de Leandro Fernández de Moratín, «Periquillo Sarniento» de Joaquín Fernández de Lizardi, por mencionar algunos.

La primera y segunda guerra mundial también sirvieron de contexto para cultivar el género literario, surgiendo obras como «En busca del tiempo perdido» de Marcel Proust, «Caligramas» de Guillaume Apollinaire, «Un mundo feliz» de Aldus Huxley,  «Kanikosen» (El pesquero)  de Takiji Kobayashi, «Cita con la muerte» de Aghata Christie, «El jardín de senderos que se bifurcan» de Jorge Luis Borges, «Raza de bronce» de Alcides Arguedas, «Desolación» de Gabriela Mistral y «El llano en llamas» de Juan Rulfo. El contexto históricos de todos los autores, sea venturoso o no, marca una fuente de inspiración que los impulsó a escribir con base a sus vivencias. Con ello se demuestra que para la creación artística todos los tiempos son buenos.

El secreto radica en disfrutar el presente que tenemos ante nosotros y abrazar la vida con tal fuerza y vigor que haga vibrar todo nuestro ser. Con este propósito Jean-Paul Sartre expresa: «No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro».

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