Cantos de sirena
En20 julio, 2021 | 0 comentarios | Sin categoría |

Un día divisé una sirena.

Un niño, de apenas cinco años, rebuscaba por la playa las conchas más adecuadas para simular las escamas de su cola de pez; su padre configuraba el rostro de la criatura marina: suaves cristales de mar para simular sus ojos verdes y algas para representar un precioso pelo caoba que le cubría totalmente el torso.

Me sentí privilegiado como espectador. Ninguna otra sirena tendría la belleza que en ese preciso instante mostraba aquella creación. Lo efímero era bello, más real incluso que lo imperecedero.

Pensé en el inevitable final que le esperaba a aquella escultura, deshacerse en la marea dando vuelta al mismo mito de las sirenas de La Odisea, que buscaban arrastrar a los marineros hacia el naufragio mediante sus cantos.

Así que me dejé llevar. Liberado de los anclajes que suelen fijar el alma a la existencia más insípida, me lancé hacia otras realidades más difusas, pero mucho más excitantes y embriagadoras.

Los ojos turquesa de la ninfa de arena se cruzaron con los míos. Un escalofrío placentero recorrió toda mi columna vertebral y el vello de mis brazos se erizó de forma magnética.

Cobrando vida, la sirena alzó su torso para dirigirse a mí con voz amante y me dijo:

«¡Ven conmigo, vámonos!».

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