El caso de Misericordia

Misericordia, de cincuenta y cinco años, llevaba tres años acudiendo a una psicóloga para tratar sus problemas de ansiedad y depresión. Me dijo que las consultas le habían ido bien, que había aprendido cosas que le habían ayudado, pero que parecía estar estancada.

Comprobé que, efectivamente, se trataba de una persona altamente sensible. Tras explicarle las principales características de las PAS, entendió que, al ser ello ignorado por su anterior psicóloga, y tratada solamente mediante enfoques psicológicos convencionales, no se producía el avance definitivo hacia la superación de sus problemas emocionales. Decidió empezar a tratarse conmigo.

Misericordia tenía problemas para soportar la presión que le provocaba su trabajo —un trabajo exigente, de cara al público y en un ambiente muy ruidoso—. A veces, perdía el control. Soportaba, además, una gran presión emocional debido a los problemas que le ocasionaban sus padres, ya mayores, que requerían gran atención. Se sentía triste, impotente. Lloraba mucho. Y comía lo que no debía, lo que le provocaba un sobrepeso importante.

Comenzamos a entrenar las distintas estrategias armonizadoras de la sensibilidad. Aprendió a no sobreactivarse ante los distintos estímulos externos de su trabajo, a modular sus reacciones, a ver a la gente bajo una perspectiva más tolerante, a regular su empatía y protegerse de la toxicidad de algunas personas, así como a armonizar su relación con sus padres. Aumentó su autoconfianza y su autoestima. Aprendió las técnicas de relajación adecuadas para utilizarlas en su día a día y, en apenas dos semanas, la tristeza, la frustración y la negatividad habían desaparecido. Quedaba aún la ansiedad. Los comportamientos ansiosos automatizados, que requerían más tiempo.

Al cabo de tres meses, Misericordia estaba feliz con su trabajo. La relación con sus padres era mejor que nunca. La ansiedad aparecía muy de vez en cuando y, cuando lo hacía, automáticamente aplicaba las técnicas de relajación exprés, del pensamiento positivo y del distanciamiento, para recuperar rápidamente el control. Esa reducción importante de la ansiedad había repercutido también en su alimentación. Había perdido seis kilos.

Dejar una respuesta

  • Más artículos