Prologando «Divorcio difícil y maltrato emocional» de Francisco Cristino Agudo
En24 abril, 2022 | 0 comentarios | Sin categoría |
En este mes se ha publicado el libro «Divorcio difícil y maltrato emocional. Escuchar la voz de los niños», de Francisco Cristino Agudo, que he tenido el placer y el honor de prologar.
Recomiendo su lectura y, para animaros a su adquisición, os dejo el prólogo que escribí para él:
PROLOGANDO
«La tarea de prologar un libro tiene su particular complejidad y, cuando se afronta, puede generar una doble sensación. De una parte, el cálido agradecimiento suscitado por el hecho de que el autor haya pensado en nosotros para esta tarea y, de otra, el inevitable temor por la responsabilidad que supone escribir sobre su trabajo, sobre el esfuerzo en el desarrollo de un tema que ha elaborado primorosa y pacientemente, sin decepcionarle ni frustrar sus expectativas.
En este caso, se resolvió rápidamente, de una parte, por la calidad del trabajo que ahora tiene entre sus manos y, de otra, porque es de máxima importancia que los profesionales de la psicología y de la psicoterapia de nuestro país, y de nuestra Andalucía en especial, abandonen la resguardada comodidad del observador y del espectador, centrados en la lectura y el estudio de los textos, para, por fin, atreverse a cambiar su posición y convertirse en actores y protagonistas, volcando en el papel la experiencia del trabajo directo con pacientes y familias, las reflexiones y la exposición de las ideas y conclusiones sobre su desempeño laboral.
En mi experiencia, desde el año 1994, como director y editor de la revista Systémica, dentro de la Asociación Andaluza de Terapia Familiar y Sistemas Humanos, ésta ha sido mi insistente y continua propuesta, una línea editorial definible desde el deseo de intensificar y visibilizar la participación de nuestros profesionales, permitiéndose reflejar por escrito su experiencia, ofreciendo sus propuestas y compartiéndolas con el resto de profesionales de la comunidad científica. Por ello, ha sido un placer y un privilegio acceder a la lectura de este libro, del trabajo realizado por Francisco Cristino, apreciando su profundidad y calidad técnica, subrayando también su oportuna publicación por el interés profesional que este tema suscita. Hay que felicitar al autor por el valor que requiere permitirse atravesar esa línea invisible que separa al espectador del actor en esta dramaturgia social de la labor terapéutica y de las publicaciones en psicoterapia.
Pueden existir otros libros publicados que detallen lo que acontece en un proceso de separación, las situaciones que se producen cuando hablamos de un divorcio difícil, que desgrane los efectos de todo este proceso doloroso en los menores afectados; pero en este texto que nos presenta Francisco Cristino, podemos encontrar reunidas, en detalle, la descripción de las formas en que se suele presentar esta complicada situación en las parejas en conflicto, así como cuáles son las posibles consecuencias que ocasionan en los menores afectados. De igual forma, se recuerda la ineludible necesidad de intervención psicoterapéutica en estas situaciones, así como las mejores herramientas a utilizar para optimizar los resultados en estos procesos.
Entrando en detalles, en la primera parte del libro, “Comprender y explicar el divorcio”, el autor recorre los hitos principales que se han venido produciendo históricamente en el fenómeno de la separación y del divorcio, así como su contextualización en el marco legislativo y su evolución a lo largo de los años. Enmarca acertadamente los aspectos legales y los aspectos emocionales, detallando las dificultades que suelen presentarse cuando una pareja decide su separación o divorcio, incidiendo con especial énfasis, cuando este proceso se complica.
Evidentemente, una separación puede realizarse de muy diferentes formas. Se ha podido llevar a cabo de forma colaborativa entre los cónyuges, a través de acuerdos progresivos, o, por el contrario, puede ocurrir que esa colaboración se haya roto o no haya llegado a existir en ningún momento, dando lugar en estos casos a un proceso más complicado, largo y doloroso. En esta situación, donde las personas que han decidido separarse están emocionalmente angustiadas, es habitual observar cómo pueden quedar invisibilizadas las complejas emociones de los hijos de la pareja, cómo estos pueden verse afectados sin que los padres consigan contemplar y alternar el propio dolor con el que se está produciendo en los menores. No es extraño que las dificultades que presentan los hijos e hijas, sean destacados y potenciados como un medio con el que culpar al otro cónyuge; el malestar de los hijos se puede llegar a convertir en objeto arrojadizo y útil en la cruenta batalla de la separación, es decir, que los hijos acaban siendo partícipes, por sí mismos o por lo que les acontece, de la lucha sin cuartel que define un divorcio difícil.
Los profesionales de la psicoterapia y de la intervención psicosocial conocen sobradamente las dificultades que estos casos comportan. El esfuerzo por, de una parte, dar espacio al dolor y a la angustia derivada de la separación que están sintiendo los miembros de la pareja, y, de otra, intentar hacerles ver cómo toda esa situación está afectando seriamente a los hijos; presentan el terreno donde el profesional debe moverse habitualmente. Los hijos, en la separación de sus padres, suelen sentirse además culpables, asumiendo una responsabilidad prestada como si hubiesen sido actores de primera fila en el drama familiar y como si en sus manos estuviera la posibilidad de hacer retornar a la familia a aquella unidad perdida, a la familia intacta.
La angustia y la tristeza de los miembros de la pareja en el trance de la separación, ofusca su capacidad reflexiva e impide el entendimiento y la colaboración entre ellos, produciendo numerosas anomalías, todas fruto de la marcada reactividad emocional presente en el conflicto conyugal. Los hijos no son informados de una forma adecuada de lo que acontece o, en las peores situaciones, son intensamente desinformados y manipulados en las triangulaciones relacionales formadas y potenciadas por los padres. Se interpretan o definen, a menudo, las conductas de los hijos como erráticas o “patológicas”, como un inadecuado comportamiento, fruto de la rebeldía o de la mala educación, requiriendo inmensos esfuerzos en los profesionales para hacer ver a los padres cómo estas conductas están perfectamente ensambladas, y adquieren todo su sentido, dentro de lo que está ocurriendo entre ellos, en la familia. Recuerdo una niña de diez años que anunciaba y repetía su deseo de suicidarse, llevada por la madre a la consulta de salud mental, sin que en ningún caso, en el relato de los padres, apareciera la posibilidad de que estas manifestaciones y amenazas de la hija tuvieran relación alguna con la inminente separación de la pareja parental. Se pretendía, en este caso, que se realizara una intervención individual en la hija “enferma”, demanda hasta cierto punto lógica para unos padres sumamente preocupados y asustados por las pretensiones que la chica manifestaba; pero, desde una observación sistémica relacional, podríamos entender toda esa vehemente dramatización de muy diversas maneras: desde un intento infructuoso para que el padre abortara su decidida salida del hogar familiar, desde el apoyo a la madre angustiada y triste por el abandono de su pareja para activarla y sacarla de su postración, desde la posibilidad de mostrar a ambos padres el “error” que cometían en la forma de gestionar aquel interminable y agotador conflicto, etc.
A la postre, el efecto de maltrato emocional –cuando no físico- en los menores es evidente y muy grave. De ahí la necesidad incuestionable de intervenir para poder ejercer una protección de los menores efectiva y así optimizar el desarrollo y buen fin de los procesos de separación y divorcio.
En la segunda parte del libro, “El abordaje técnico del divorcio difícil”, el autor establece los diferentes elementos que se precisan para el abordaje psicoterapéutico de estas situaciones. Destacan en el texto, las observaciones sobre la necesidad de realizar una valoración del posible daño en los menores y, en especial, la importancia de permitirnos (padres y profesionales) escuchar a los hijos e informarles del proceso que se viene produciendo en la pareja parental. No en vano, el libro se subtitula: “Escuchar la voz de los niños”. En este apartado, también se recogen las dificultades que suelen presentarse a la hora de realizar esta valoración y cómo abordarlas de la mejor manera. Qué debe valorarse (pensamientos, sentimientos, síntomas, contexto, instrumentalización) y cómo debemos hacerlo, son dos líneas que el autor subraya, siempre considerando la importancia de la necesaria adecuación a las características de los menores y a sus edades. Por último, el autor recuerda y destaca la necesidad de contar con la información que proviene de otros sistemas convergentes con la familia, en particular, de la escuela.
Otro aspecto a mencionar es el que tiene que ver con la evaluación y el pronóstico del ejercicio parental, detallándose en el texto la importancia de observar el grado de escucha y de empatía de los padres respecto al daño que están sufriendo los menores, la posible participación de la red familiar, la disponibilidad y capacidad de colaboración entre los padres (por ejemplo, con la disposición a contener la batalla judicial), etc. Por último, describe los diferentes tipos de entrevistas, los plazos para la evaluación y el tratamiento, así como la importancia del trabajo en red, analizando la detección e intervención en los diferentes contextos implicados.
Recomiendo, por tanto, su atenta lectura. Considero el texto de máxima utilidad para los profesionales que han de intervenir y atender a las familias en situación de conflicto y que han de trabajar en la mejora de las condiciones de los menores afectados por las separaciones y divorcios difíciles. A la postre, su lectura podrá ayudarnos a poner orden y templanza en el caos que se suele presentar en las familias cuando atraviesan estas situaciones tan complejas. De igual forma nos permitirá a los profesionales y a los equipos, reflexionar e intervenir con la necesaria mesura y perspectiva. Realizar un trabajo de calidad, cuando desempeñamos nuestra labor en los servicios de atención a la infancia, es vital, en particular cuando atendemos a familias que se enfrentan ante situaciones tan dolorosas que podrán afectar a los menores en su desarrollo emocional, intelectual y social.
También puede ser una lectura provechosa para los padres, sobre todo si el conflicto está muy presente en su relación conyugal o si la perspectiva de una probable separación está sobre la mesa. Podría ayudarles a reflexionar sobre las dificultades del proceso que están viviendo y, por supuesto, sobre las consecuencias que sus acciones pueden provocar en sus hijos.
Para finalizar quiero tomar prestadas unas palabras de Magdalena Rodríguez (2003) cuando dice:
“…cuando hay niños y adolescentes en riesgo, la sacudida emocional es importante. Es necesario trabajar desde un modelo que no vea al niño como víctima de una familia intrabajable. Esto no impide tomar medidas protectoras para los menores. La prevención infantil más efectiva es la que incide para estimular los recursos de los adultos que conviven con el niño” (p. 104) (“La familia multiproblemática y el modelo sistémico”. Portularia, n.º 3).

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