A menudo se obvian las influencias de lo social en las dificultades emocionales de las personas que acuden a psicoterapia. En los enfoques sistémicos se tiene muy en cuenta la importancia de las familias de origen pero, también es cierto, que no suelen considerarse o valorarse las intensas influencias de los modelos hegemónicos sociales, económicos, raciales o de género. A este respecto, «Layton sugiere que existen diferentes formas en que los trastornos narcisistas son infligidos y vividos dependiendo del grupo social al que se pertenezca. Considera que el psicoanálisis y la psicoterapia funcionan debido en parte a que son procesos que permiten contextualizar lo que ha sido descontextualizado, excesivamente contextualizado o erróneamente contextualizado. Sostiene que el trabajo terapéutico solo puede enriquecerse ampliando la definición de contexto, para incluir los efectos psíquicos de las desigualdades sociales que impregnan todos los aspectos de nuestras identidades y relaciones» (p. 10, Higueras, 2022).

En el ámbito de la identidad de género, «Layton (…) argumenta que los ideales e ideologías dominantes de masculinidad y feminidad (…) engendraron dos subtipos de narcisismo, cada uno marcado por demandas culturales que escinden algunas partes de lo que es ser un individuo adecuado. Sostiene que la masculinidad heterosexual estaba marcada por una versión egocéntrica de la autonomía producida por una negación de las necesidades de apego y otros instintos del yo; mientras que el ideal de feminidad estaba marcado por un rechazo a la autonomía, que a menudo condujeron, en la práctica, a versiones hostiles de dependencia y graves conflictos sobre la autoafirmación» (p. 6, Higueras, 2022).