Nadie te cree
En30 abril, 2021 | 1 comentarios | Sin categoría |

«Lo más duro no es pasar por ello, sino que nadie te cree y acabas por callarte».

Esta frase es constante entre las víctimas de maltrato materno. Lo que más oyen decir cuando intentan comunicar su dolor es «¿Cómo va a ser así, mujer? ¡Una madre es una madre!».

Imaginar esto en otro tipo de maltrato se hace penoso y, sin embargo, es común entre las Princesas. De ahí al pacto de silencio con ellas mismas va un pequeño paso. No pensar es no sufrir, creen. Y su vida transcurre en un deseo de olvidar y disimular ante sus maridos, y ante sus hijos, que su madre no es como las otras madres; y también en un anhelo de nunca, nunca, parecerse a ellas.

Pocas madres vienen a consulta, pero el otro día apareció ella, contigo. No era la primera vez que entrevistaba a una víctima con su madre, pero vuestra presencia me produjo inquietud desde que os vi en la sala de espera. Tu madre andaba con muletas, tenía el pelo blanco y había adelgazado mucho. Tú estabas guapísima, a pesar de tu gesto de contrariedad.

Tu madre lloraba la muerte de tu abuela, tu verdadera madre: me enseñaste su nombre tatuado en tu antebrazo izquierdo. El médico de cabecera  había mandado a la otra por ese duelo, que ya le duraba dos años y medio y no mejoraba con el tratamiento. No me sonaba creíble: una narcisista con un duelo prolongado no es algo lógico. Pero ella lloraba, y lloraba. Le di un pañuelo de papel, de los que guardo en un cajón para preservarlos del contagio del COVID. Te echó la culpa de no atenderla lo suficiente, de no tener consideración con ella, de su estado, de su pena.

Entonces hablaste tú: se pasaba el día durmiendo, no se bañaba, no comía, no se tomaba las pastillas y bebía alcohol hasta desmayarse…

Le pedí entonces a tu «madre» que nos dejara a solas, para que me contaras tu verdad, y entonces sucedió: de la pena y los reproches pasó a la ira desmedida. Cogió sus muletas con genio, se olvidó de que le costaba caminar, y salió del despacho amenazando con irse del hospital gritándote que no la buscaras, que no la ibas a encontrar.

Te quedaste mirándome con tristeza y me dijiste lo que ambas ya sabíamos sobre su manera de actuar, pero añadiste que los Servicios Sociales no te creían víctima de nada, y que además te sacaron la tarabilla de la Constitución: «ahí pone que una hija tiene que ocuparse de su madre». Estabas confusa, Princesa, porque tú siempre has intentado cuidarla, aunque ella no se ha dejado, y ahora veías que la Ley se te echaba encima. Les dijiste que tu obligación principal eran tus hijos, y luego tu marido, pero ellas insistieron con el tema constitucional…

Te saqué del error y te animé a que las retaras a que te dijeran en qué artículo pone algo semejante. Entonces sonó el teléfono: era tu madre. Te preguntaba dónde estabas, y cuánto tardarías en ir a por ella.

«¿Ves? Es así. Siempre es así».

Sé que irás a verla, que un día ella estará bien y que al siguiente te hará sufrir. Lo malo es que tú lo sabes también, y lo peor, que nadie te cree.

 

Comentarios 1
rosa descalzo Publicado el 6 mayo, 2021 a las 12:58 pm   Responder

Eres la reina de todas las psicólogas
Pd:una de tus princesas

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