LAS HAZAÑAS DE KIKA

Hoy domingo, voy a dejaros por aquí uno de mis relatos algo distinto a los demás; es diferente porque es un relato un poco pícaron, y gracioso creo que tambien. Seguramente te vas a reir mientras lo leas, y de eso se trata, de que te diviertas unos minutos y lo disfrutes. Que ya bastante dura es la vida de por sí!

Trata de una prenda de vestir que usamos las mujeres, y que te va a contar sus peripecias.

Sondire Moon, Déjame entrar en tus sueños y otros relatos cortos

LAS AZAÑAS DE KIKA

Hola, soy Kika y hace siete meses ya desde que me crearon, y aquí estoy como de costumbre, reunida con mis compañeras contándonos las innumerables hazañas que nos ocurren a diario y pasando así un ratito entretenido. Antes de todo, he de decir que yo soy una tanga de color azul eléctrico y muy, muy sexy. Lo mejor de ser una tanga es cuando estamos todas reunidas en el cajón contándonos nuestras aventuras y también alguna que otra desventura.

 

Bueno, voy a comenzar a relatar mi historia desde el principio. Recuerdo cuando en las primeras semanas de mi vida yo estaba metida en una tienda de ropa interior; una gran lencería donde yo permanecía colgada de una percha junto a un montón de compañeras de las cuales guardo buenos recuerdos, aunque desde que me sacaron de allí, no he vuelto a ver a ninguna.

 

Bien, al principio tengo que reconocer que mi vida fue un poco monótona; todo el día colgada de la misma percha y oyendo comentarios de chicas y mujeres indecisas que no sabían a quién de nosotras elegir: «Esta no, que es muy cara», «este color no me sentará bien, no me gusta», «esta es muy grande para mi»… Así que pasé allí una temporada siendo colgada y descolgada, mirada y remirada por diversos ojos escrutadores, hasta que al final, Shanice, una joven de 25 años, me compró, me llevó a su casa y allí me colocó en un cajón con otras tantas tangas y braguitas.

 

Nada más entrar a formar parte de esta nueva comunidad fui muy bien acogida, al principio, pero después… Verás, mis compañeras me pusieron un poco al corriente de lo que iba a ser de mi vida próximamente, ya sabes; cual es la parte del cuerpo humano femenino en la que estaré colocada, etc., etc.
Vero y Luzi eran las más veteranas del cajón y fueron las que más cosas me contaron basadas en sus propias experiencias, sin embargo, pronto desaparecieron del cajón y no volvieron nunca más. Estaban ya bastante descoloridas y viejas, pero estaban guay. Para las demás tangas y braguitas que seguíamos en el cajón, este era un misterio grandísimo. A veces temíamos que nos llegara ese momento y otras veces lo deseábamos; pensando en que quizás iríamos a parar a un sitio mejor aún.

 

Durante las primeras semanas de mi nueva vida en aquel cajón lo pasé genial. Estaba claro que yo era la favorita de Shanice. Por aquel entonces yo era joven y tenía un color azulito muy bonito y algunas de mis compañeras empezaron a envidiarme. Sobretodo algunas que cada vez pasaban más tiempo en el cajón. Estas no eran de las que se iban y no volvían, sino que casi siempre permanecían dentro del cajón, y eso era aburridísimo, a juzgar por lo que ellas mismas decían, con un cierto toque de envidia.

 

Yo entraba y salía del cajón muy a menudo. También estaba muchas veces en el tenderete de la ropa, donde coincidía con algunas de mis compañeras y otras prendas interiores procedentes de otros cajones de otras chicas con las que convive Shanice. Además, también había otras prendas destinadas a cubrir otras partes del cuerpo, y en el tenderete he tenido contacto con un calzoncillo, pero mis compañeras me habían dicho que eran muy graciosos. Más adelante tuve oportunidad de conocer a varios personalmente.

 

Recuerdo la primera vez que Shanice me utilizó, ¡eso nunca se olvida! ¡Mi primer contacto con «aquello» de un humano! Después descubrí que existen dos tipos de humanos y, por lo tanto, dos tipos de «aquello» diferentes. Las tangas como yo tapamos lo de las chicas, pero los calzoncillos tapan lo de los otros humanos; los chicos. Esto me lo contó Pumy, el primer calzoncillo que conocí. Después, yo misma fui observando y descubriendo muchas curiosidades sobre estos tremendos seres; los humanos.

 

Bien, pues en mi primer contacto con «aquello» de Shanice no pasó nada de eso otro… que me habían contado mis compañeras, simplemente al día siguiente ella me metió en la lavadora y después me tendió al sol. ¡Qué bien se estaba allí! Luego volví de nuevo al cajón con mis compañeras. Pero hubo muchas veces más que Shanice me eligió a mí y viví momentos verdaderamente agradables. Uno de esos momentos fue cuando conocí a Pumy; un calzoncillo que había conocido ya a varias tangas en su vida. Aquella noche, cuando Shanice se fue a dormir, o eso pensaba yo… No entendía por qué esa noche ella se deshizo de mí y me dejó ahí tirada en el suelo de mala manera, como tampoco entendía por qué esa noche iba a dormir con otro humano.

 

Yo yacía ahí en el suelo; sola y triste, sin mis compañeras, pero pronto alguien aterrizó junto a mí. Era un calzoncillo, se presentó, se llamaba Pumy. La verdad es que fue muy agradable la conversación que entablé con él. Mientras tanto, observábamos a Shanice y al otro humano, que se llamaba Jhonny, según me informó Pumy. Así, él me ayudó a comprender… Shanice y su compañero no iban a dormir, yo estaba equivocada, iban a «echar un polvo», así lo llaman vulgarmente los humanos, me comentó Pumy. «¿Y qué es eso?» pregunté yo. A lo que él, tras soltar unas carcajadas, me informó en pocas palabras: echar un polvo es que «aquello» que yo estoy destinado a tapar en Jhonny entra y sale en «aquello» que tú tapas de Shanice.

 

—¡Ah! Te refieres a los agujeritos esos que tiene Shanice —le dije a Pumy.
—Sí, todas las chicas los tienen —me respondió él.
—¡Ah! ¿Y entonces qué es lo que tú tapas a Jhonny? Supongo que algo largo que llevará colgando, no? —pregunté yo.
—Exacto —afirmó—. Los chicos llevan el pene colgando por delante y por detrás también tienen un agujerito.
—¡Vaya, vaya! ¡Qué curiosos son estos humanos! Al principio pensé que todos eran como Shanice—comenté yo.
—¡No, qué va! Hay humanos masculinos que llevan aquello que tapamos los calzoncillos y humanos femeninos, que son quienes utilizan las tangas como tú. Y no veas qué bien se lo pasan cuando se juntan unos y otros —me explicó él—. ¡Mira, mira, escucha!
—¡Uy! Nunca había oído a Shanice hacer esos ruidos tan extraños.
—A Jhonny ya le he visto varias veces así con esta chica y también con otras, antes. Y, según tengo entendido, a algunas chicas no les parece bien que Jhonny meta su «aquello» en el «aquello» de otras chicas.
—¿Ah, no?¿Y si Shanice se fuera con otro chico y su «aquello»?
—Eso tampoco le gustaría a Jhonny, estoy seguro. Los humanos discuten muchas veces por ese tema.

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Y bien, espero que te haya gustado lo que has leido!! 

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