DELIRIOS EN ESTADO DE COMA

Y llegó el mes de septiembre!!

Vamos a intentar comenzarlo con buen pie aunque no es un mes que a much@s nos agrade demasiado: se nos va el verano, comienza el instituto, se acaban las vacaciones para la mayoría…

Bien, os voy a dejar otro relato al completo, a ver si os gusta y os animáis a leer las demás entradas del blog y si os agradan, ya sabeís que podeis apoyarme comprando mi libro o difundiendo lo que por aquí leeis para que así vaya llegando a más gente.

Gracias de antemano!! ?

 

Delirios en estado de coma, Sondire Moon

DELIRIOS EN ESTADO DE COMA
Estando yo aburrida en mi habitación en un día gris a finales de Noviembre, de pronto acude a mi mente un oscuro pensamiento, una tétrica pregunta: ¿Y si me muero ahora? Sí, podría sucederme, ¿por qué no? Me encuentro bien de salud y además no me apetecería tener que morirme en esta etapa de mi vida, pero… ¿acaso los humanos decidimos cuándo queremos morirnos? ¿Acaso viene la vieja de la guadaña y nos pregunta si nos apetece irnos con ella o si preferimos que venga a por nosotros otro día? No, pues claro que no, eso sería demasiado cómodo.
Pero entonces…. ¿Y si me muero ahora? Y si me muero… ¿cómo sabré que estoy muerta? ¿Qué se sentirá? Es curioso y jodido a la vez, ya que para saber esa sensación hay que morirse, pero una vez que uno está muerto… ¿qué?

 

Perdida  en  estas  preguntas  sin  respuestas  se  me  ocurre mirar a la puerta y veo el pestillo echado, que es como suelo tenerlo habitualmente por pura rutina. Entonces pienso: si muero  con  el  cerrojo  echado  tardarán  un  tiempo  en  darse cuenta qué ha sido de mí. Mis compañeras de piso podrían pensar que dónde me habré metido durante cuatro o cinco días quizás. Además, me llamarían del curro y oirían sonar el móvil y después… silencio. Supongo que alguna de ellas acabaría llamando a mi puerta con algún que otro pretexto y, tal vez empujada por una cierta curiosidad, intentaría abrir la puerta y me hallaría aquí tumbada y ausente. Eso si no hubiera echado el pestillo, claro.

 

Pero… ¿y si no abre la puerta ninguna de mis compañeras? ¿Y si resulta que hasta que no huelan raro…? Lo cierto es que sería curioso ver qué caras pondrían. ¿Qué harían? ¿Cómo  reaccionarían?  Seguramente  cogerían  mi  teléfono móvil; suponiendo que aún le quedase batería, y llamarían para  informar.  Elegirían  un  número  al  azar  o  quizá  unos cuantos, qué más da; correría de mi cuenta y ya no la necesitaré nunca más. Hablarían con alguien y darían la nefasta noticia.
Sí, eso es lo que deben haber hecho ya. Creo que he muerto, ¡es espantoso! De pronto, veo a mis familiares en torno a mí y con unas expresiones mitad de rabia, mitad de tristeza.

 

A mí me gustaría poderles decir:
—Joder, no me miréis así, yo no he elegido la muerte, ¡os lo juro! ¡Venga! Hacedme la autopsia y veréis como no me he drogado. ¡Ah! ¿Y para qué lloráis? Vuestras lágrimas no van a ablandar a esa degenerada que me llevó con ella sin consultarme antes. Y, por cierto, me gustaría que supierais que la muerte, a la que siempre se la representa como una vieja vestida de negro, portando una guadaña… no es más que una de tantas almas mentirosas y vagabundas que habitan en lo que conocemos como universo. Pues bien, una de estas almas me engañó; me dijo que había otro cuerpo mejor para mí, en un entorno más favorable para yo poder realizar mis metas.

 

Me engatusó para que fuera a verlo y me dijo que, si no me convencía, podría volver. Me indicó la dirección y me fui sin pensarlo más dejando este cuerpo aquí tendido. Luego  me  di  cuenta  del  gran  error  que  cometí:  en  mi  nuevo cuerpo… ¿quién me iba a reconocer? Intenté volver a este mi cuerpo, pero ya no era posible; un alma solo puede entrar una vez en cada cuerpo y si lo abandonas… ya no queda más remedio que buscar otro cuerpo. Vaya putada que me ha hecho; ¡miradla cómo se descojona de risa y vosotros ahí llorando! ¿No os dais cuenta? No, claro que no, si yo estoy muerta realmente no puedo contaros esto. No puedo revelar este misterio.

 

«Así que esto es lo que descubrimos los humanos cuando el cuerpo de uno mismo se convierte en fiambre», me dije a mi misma. ¡Bah! Pero si yo no estoy muerta ¿no? Solo estoy aquí  tumbada  en  mi  habitación,  pensando  en  estas  cosas.
¡Un  momento!  Pero  entonces…  ¿cómo  es  que  ahora  sé  el misterio de la mera existencia? ¿Cómo sé que las almas que nos engañan y nos envían a la muerte viajan desde un mundo inferior al nuestro y pretenden ocupar los nuevos cuerpos que nacen en este mundo? ¿Cómo sé que yo debo emprender viaje a un mundo superior a este, de mayor calidad y que, para poder ocupar un nuevo cuerpo allí primero he de inducir a un alma de allá a que abandone su cuerpo? Es decir, engañar como me engañaron a mí. ¡Engañar!

 

O quizá no se trate de eso, puede que simplemente sean las normas de este «juego» para pasar a la siguiente fase; al siguiente curso de la vida, así como los estudiantes pasan a un curso superior, tras aprobar unos cuantos exámenes. Sin embargo, los estudiantes pueden aprobar o suspender y… ¿cómo sabré yo si he aprobado o suspendido? ¿Cómo sabré si debo viajar al siguiente mundo o si debo quedarme otra vez en este? A mí me gustaría viajar, pero… ¿y si me equivoco y luego tengo que volver? ¿Es que nadie va a ayudarme?

*****

 

—¡Zarunaaaaaaa! ¡Zaruna! ¿Puedes repetirme así en resumen la lección de hoy? —me dice el profesor irónicamente.
—¡Uy! Creo que me he quedado dormida otra vez en clase  de  historia  —me  digo  a  mí  misma.  Levanto  la  cabeza del libro y… ¡qué horror! Toda la puñetera clase mirándome con esa sonrisa estúpida que todos los estudiantes ponemos cuando pillan in fraganti a otro.
—Quiero que mañana me traigas un resumen por escrito de esta lección —ordena el profe.
—¡Qué alivio! Estoy viva —pienso—. Todo ha sido un sueño, pero… ¿y si es un sueño premonitorio?

*****

 

¡Vaya!  ¿Ahora  qué  sucede?  ¿Dónde  está  el  profe  y  los alumnos con sus sarcásticas sonrisas? ¿Quién es esta señora vestida de blanco y por qué me está mirando de tan cerca?
¿Qué hacen aquí mis hermanas? ¿Por qué me duele tanto la espalda?
Creo que empiezo a recordar… Lo último que recuerdo… yo patinando salvajemente y cuesta abajo, y de repente… me encuentro delirando sobre mi propia muerte.

 

Ahora veo a mis hermanas sonreír; la señora del traje blanco les ha dicho que me pondré bien, que estoy saliendo del coma. Entonces comprendo que he tenido un accidente con los patines. Me he debido dar un buen porrazo y perdí totalmente el conocimiento y he estado soñando todo este tiempo: soñé que me había quedado dormida en clase de historia y que mientras el profesor explicaba, yo soñaba algo… ¿qué es lo que soñaba? ¡Vaya! No recuerdo nada más. Pero… ¿Y si me muero ahora? ¿Y si estoy muerta ya? ¿Es que nadie va a ayudarme?

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