La importancia de llamarse…
En21 julio, 2019 | 0 comentarios | Sin categoría |

En «La ilusión viste uniforme» se ha cuidado mucho el nombre de cada uno de los personajes. No han sido elegidos al azar, ni mucho menos. Por ejemplo, el nombre de cada uno de los policías antidisturbios que aparecen en la novela son ficticios pero empiezan por la misma letra que su nombre real.

A la hora de poner nombre a las hermanas Medina la cosa fue más trabajosa. Quería que reflejaran la personalidad de cada una de ellas. En la novela se explica el significado de estos cinco nombres, todos de origen griego como nuestras cinco heroínas: Xenia, Laisha, Zoe, Alexa y Eunice.

Tuve que leer cientos de nombres y sus significados hasta dar con los que cuadraban con la idea que yo me había formado de las «maravillosas Medina». Había dibujado los rasgos físicos y psicológicos de ellas  en mi mente, les había dado vida, ahora venía el reto que el lector las viera tal como ya las imaginaba. Para ello pensé que lo mejor era hacerlo por medio de sus nombres, era un método corto, directo y efectivo.

Xenia es «hospitalidad»; Laisha «la que brinda defensa», Zoe es «vida»; Alexa «la que es protectora» y Eunice «la victoriosa». Esas son ellas, así son, y sus nombres, como por arte de un mágico encantamiento, han dado forma a su existencia y a su manera de ser y pensar.

Hoy quiero hablaros de Xenia, Xen para sus hermanas, y de la importancia de la «hospitalidad».

Quizás ser hospitalario no este de moda. Vivimos bajo caparazones como tortugas y siguiendo a rajatabla ese dicho de «cada uno en su casa y Dios en la de todos». La novela trascurre gran parte en un hotel y su desenlace viene de la mano de otro hotel. Un establecimiento hotelero debe tener como lema principal la hospitalidad. No se trata solo de recibir y cobrar por una cama y un baño, un buen hotel tiene que recibir a sus huéspedes y hacerlos sentir cómodos y lo más parecido a «como en su propia casa» que se pueda. Ese es quizás uno de los nudos principales de la historia, la hospitalidad.

Zoe viaja al hotel de Xenia en Spello para curar las heridas de su alma, es allí donde conoce a «sus chicos» y aprende a quererlos tal y como son. Ella embutida en ese espíritu hospitalario sinónimo de servicio y acogida, como debiera ser, intenta que esos hombres, que tiene que pasar tanto tiempo lejos de sus hogares y de los suyos, se sientan cómodos y contentos. Zoe escucha sus historias, cachitos de sus vidas, sus anécdotas y sus proyectos. Ella empieza a encariñarse con las personas que en realidad son, no con el personaje que todos representamos en nuestras vidas diarias ofreciendo a los demás el escaparate que deseamos que vean, que suele distar mucho de lo que en realidad hay en la trastienda.

Les abre su corazón y los quiere tal como son, por eso le duele tanto la injusta fama que tienen entre muchos sectores de la población de hombres duros e insensibles. Un trabajo no define a una persona, es la persona la que hace diferente al trabajo.

El hotel de Xenia es pequeñito. Los años y las dificultades económicas están haciendo mella en él pero su dueña pone todo el amor, dedicación y esfuerzo que puede en él. Cuida los detalles para crear una atmósfera acogedora y aunque no sea un cuatro estrellas, no tenga spa o piscina está sensación «familiar» lo hace único y especial. Hay corazón en esas cuatro viejas paredes.

No hace falta lujos para sentirse afortunado y rico en afectos. Hoy se dan poco las gracias, parece que somos autosuficientes y no necesitamos de nadie. Damos la sensación de estar sobrados de cariño cuando la realidad es bien distinta, estamos carentes de sentimientos afectivos, lo que nos hace incapaces de ofrecerlos nosotros a su vez. «Dime de que presumes y te diré de que careces», presumimos de cientos de amigos que nos dan un «like» cuando escribimos o subimos la foto de turno pero algo nos incapacita para abrir con sinceridad nuestro corazón a los demás, eso no da «likes». La realidad es bien triste y sencilla, no podemos dar lo que no tenemos porque vivimos con el temor de dar ese primer paso, de reconocer que tenemos «años, dificultades, fallos» (como el hotel de Xen) y preferimos cubrir todos estos humanos fallos regalando fotos de catalogo para hacer creer (como si fuéramos un hotel de Booking.com) que somos geniales.

Ofrecer cariño es hermoso, aunque a veces no es correspondido como uno quisiera. La gente olvida fácilmente, todo es tan rápido. No nos paramos, siempre hay prisas, cosas urgentes por hacer. En la era de la comunicación nos comunicamos menos que nunca. Mensajes escuetos que reducen todo a tres palabras mal escritas y sin sentido. Y olvidamos que las cosas importantes y que dan sentido a nuestra vida, ocurren cuando somos capaces de olvidarnos del reloj, del móvil y del «uniforme» que cada uno lleva puesto en el día a día. Cuando somos capaces de hablar sin mentir, de sonreír sin fingir, de escuchar sin interrumpir y de sentir sin pensar que eso es signo de debilidad.

Por definición hospitalidad significa «amabilidad y atención con que una persona recibe y acoge a los visitantes o extranjeros en su casa o en su tierra». Creo que ser hospitalario no es difícil cuando lo hacemos de puertas afuera de nuestra casa. Nos gusta que los turistas se sientan a gusto con nuestro clima, se queden maravillados con nuestros monumentos, se enamoren de nuestra comida pero todo sin pisar esa barrera invisible que cada uno ponemos ante nosotros para protegeremos de «los extraños».

No se trata de dar lo que no se tiene, se trata de ofrecer con alegría y humildad lo que poseemos por poco o deteriorado que este. Se trata de darse tal y como uno es y  con la idea de que te acepten con limitaciones (que para eso son tuyas) pero siempre con una sonrisa porque es precioso que a cambio te devuelvan lo más valioso que podemos dar, otra enorme y brillante sonrisa.

Derribar muros, decir lo que se siente, preocuparse por los que conoces aunque no sean de «los tuyos», no querer romper el contacto cuando se alejan, desearles lo mejor y hacerles un hueco en tu corazón. Tener tiempo para esos que un día te hicieron feliz, aunque sea durante unos minutos , para recordarles que fueron, son y serán únicos y especiales en tu vida. Que hay gente que llena tu corazón pero que hay un hueco para ellos por tardía y efímera que fuera su llegada, un hueco especial que está lleno de momentos alegres y emotivos, de besos agradecidos, de abrazos chillaos, de holas deseados y adioses esperanzados. No se trata de quitarle el tiempo y el espacio a otro se trata de agrandar tu corazón, para eso es un musculo y podemos ejercitarlo. Vamos al gimnasio y hacemos running todas las mañanas para marcar, fortalecer y desarrollar músculo, que se vea bien chulo y presumir de ello y este que no necesita esfuerzo físico ni dieta lo descuidamos y lo mantenemos «escuchimizao y pequeñajo», mira que somos raros los humanos.

Y el pobre infeliz que le da por darle trabajo del sano al corazón se le trata de «pirao», pues sabéis, yo estoy completamente loca, como Zoe, y me encanta.

Quizás sea bueno probar a hacerlo de vez en cuando antes de tacharlo de locura.

Quizás así el mundo sea un lugar más «hospitalario».

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