Texto de la presentación de las publicaciones 2017-2019 de Juan M. de Pablo en el COPAO
En14 abril, 2020 | 0 comentarios | Sin categoría |
TEXTO DE LA PRESENTACIÓN SOBRE LAS PUBLICACIONES 2017-2019 DE JUAN MIGUEL DE PABLO URBAN en el COLEGIO OFICIAL DE PSICOLOGÍA DE ANDALUCÍA OCCIDENTAL, DELEGACIÓN DE CÁDIZ.
Buenas tardes, quiero en primer lugar agradecer a la Delegación de Cádiz del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental, y en especial a Jerónimo Acosta, su presidente, la colaboración y disponibilidad para la realización de este acto. A Ana Varela, vicesecretaria del COPAO, que ha tenido a bien acompañarme y prestar su voz y sus ojos para la presentación de mi último libro.
Quiero igualmente expresar mi público agradecimiento a Antonio Redondo Vera, con quien comparto, desde hace veinticinco años, la reflexión y el trabajo terapéutico en el Instituto de Formación Sistémica Cooperación, nuestro proyecto común; siempre un aliciente para aprender más y compartir nuevas experiencias y, cómo no, al alumnado de las diferentes promociones de nuestro instituto y a nuestros terapeutas colaboradores. Por supuesto, agradecer a mis pacientes, “por confiarme los matices de sus vidas, por dejarme estar quedo y en silencio, en tantas de sus tormentas y mares calmos”. Por disculpar mis torpezas de neófito y enseñarme que las cosas pueden ser, siempre, mil veces mejor de cómo las imaginé. Por contarme las más bellas historias, algunas tristes y desoladoras, otras llenas de pasión y esperanza, permitiéndome ser espectador atento ante la más fabulosa filmoteca de la vida. Sigo conversando con ellos, y espero que ellos conmigo, en los recónditos rinconcitos del alma.
Dejadme primeramente hacer un preámbulo para intentar explicar mi dedicación en los últimos años a la publicación de artículos y libros. A finales del año 2016, tras cesar en uno de los puestos de trabajo que venía desempeñando en la Junta de Andalucía y que me implicaba un elevado nivel de dedicación y tiempo, y considerando que ya había cumplido la honrosa edad de 57 años, decidí retomar un proyecto que tenía en cartera desde años atrás y que había estado posponiendo en el tiempo por diferentes motivos. El proyecto al que me refiero tenía que ver con obligarme a trasladar al papel ciertas ideas e inquietudes surgidas de mi experiencia como psicoterapeuta, iniciada en Cádiz en el año 1986.
Concretamente eran cuatro los temas que tenía contemplados desarrollar.
1- Las emociones del profesional de la psicoterapia. El primero de ellos tenía que ver con las emociones del profesional que ejerce la psicoterapia y que emergen en el contexto de la consulta, y con su utilización para mejorar nuestro desempeño en la intervención psicoterapéutica. El resultado de este trabajo culminó en un texto que, por su extensión, me vi obligado a dividir en dos partes, en forma de artículos. El primero, titulado De la Contratransferencia a las Resonancias. Las emociones del profesional en psicoterapia fue publicado en la Revista de Psicoterapia en el mes de noviembre de 2017. El segundo, por cuestiones de agenda de la revista a la que fue enviado, no ha sido publicado hasta septiembre de 2019, bajo el título Las emociones del psicoterapeuta: su uso en psicoterapia y en la formación de profesionales, en la revista Mosaico, editada por la Federación Española Asociaciones de Terapia Familiar.
La propuesta que se defiende en estos artículos es destacar la importancia del reconocimiento de las emociones que aparecen en el profesional durante el transcurso de la consulta de psicoterapia y cómo emplearlas para identificar lo que está ocurriendo a nivel emocional en los pacientes, sean individuos o familias, durante el proceso terapéutico, para así facilitarlo y optimizarlo.
2- La psicoterapia individual desde el enfoque sistémico. El segundo tema que tenía en agenda consistía en profundizar en el formato de intervención individual desde el enfoque sistémico y proponer un modelo de trabajo integral desde esta perspectiva. Existían en aquel momento dos libros de referencia, el primero de Luigi Boscolo y Paolo Bertrando (1996) y el segundo, muy posterior, de Alfredo Canevaro (2010). A pesar de estas excelentes propuestas, ha sido un formato de trabajo habitualmente descuidado y sobre el que se había escasamente investigado y publicado. Una vez iniciada la tarea, y de forma progresiva, empezó a adquirir una extensión excesiva ante mi pretensión de abarcar la multiplicidad de aspectos presentes en la realización de una psicoterapia individual integradora. Fue Victoria, mi mujer, quien me sugirió que en vez de trocear el trabajo final, me planteara darle entidad de publicación autónoma e independiente, es decir, convertirlo en un libro.
Pensando en el alumnado que recibía formación en el instituto de formación sistémica Cooperación, terminó convirtiéndose en un posible manual de trabajo para psicoterapeutas que, formados en el enfoque sistémico, realizan psicoterapia individual. En este caso, integrando elementos de los enfoques sistémico, psicoanalítico, humanista y narrativo, se conformó uno de los libros que hoy os presento: Psicoterapia individual desde una perspectiva sistémica integradora que fue publicado a mediados de 2018 por el Grupo Editorial Letrame.
Antes de nada, dejadme que os cuente una pequeña historia. Cuando tenía la edad de once o doce años, mis padres atravesaron una época difícil. Veía el sufrimiento de mi madre causado por algunas torpezas de mi padre, por sentirse traicionada. Veía también el dolor de mi padre, en sus espasmos de estómago y en aquellos ojos verdes llenos de una tristeza profunda. Como hijo único, muy apegado a mi madre, estaba al tanto de todo, informado al minuto de lo que ocurría entre ellos. Mi madre me expresaba su decepción y su incertidumbre ante la situación. Qué hacer, cómo resolver aquello. Sin saber cómo, terminé aconsejándola, como buen hijo responsable y parentalizado, que hablaran los dos, que vieran cómo afrontarlo juntos.
Al día siguiente, por la tarde, llegué del colegio a la casa, una humilde portería en el centro de Sevilla. La puerta de mi casa, como las porterías al uso, tenía una cristalera desde la que se podía controlar el portal de entrada, el acceso de las personas al edificio. Cuando llegué hasta aquella puerta, desde fuera, veía el salón en penumbra con un tenue reflejo producido por la luz del dormitorio que estaba encendida. Me quedé quieto, escuchando, podía oírlos en la distancia. La voz de mi madre enfadada, triste. Mi padre en silencio. Estaban hablando. Esperé impaciente.
Ellos solucionaron aquello, no sé cómo, quizás simplemente decidieron pasar página. No se volvió a mencionar el asunto, algo que agradecí enormemente.
Aquel día -me lo cuento sin saber si es así pero así me gusta contarlo- quizás nació un terapeuta…, un terapeuta optimista. Como escribí en la dedicatoria del libro, siento que gran parte de lo que soy se lo debo a ellos, “a mis padres, tan lejos y tan cerca, por amarme lo suficiente y equivocarse sólo lo justo”.
La psicoterapia sigue siendo para mí, ese espacio en penumbra. Un terreno incierto, donde se debaten cuestiones sobre la vida y sobre la muerte. Entre historias desoladoras, penitencias y reflejos de luz tenue. Porque sí, la vida nos trae siempre tormentas dolorosas, nacidas entre las tempestades de las personas que amamos por el mismo hecho de amarlas. Nos quedamos escorados, angustiados, como dice Benedetti, con esa “tremenda opresión… Ahí, en el pecho, cerca de la garganta, porque ahí debe estar el alma, hecha un ovillo” (Mario Benedetti. La Tregua).
El alma hecha un ovillo, preciosa imagen. Un ovillo revuelto de ausencias, de miradas perdidas, de desamores. En esos momentos, la búsqueda de sentido es necesaria, estar disponible al encuentro, a la posibilidad de que alguien pueda mirarnos diferente y ayudarnos también a mirar distinto porque, volviendo a Benedetti (Mario Benedetti. Pausa):
De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.
La labor de la psicoterapia es calma, tiempo para dar tiempo, el tiempo que se requiere para desvelar las emociones, alinear los corazones: el corazón de la infancia dolida, el corazón de la adultez asustada y el corazón de los padres perdidos. Tres corazones para hacerlos uno -como se representa en la portada del libro-, para tenderles puentes, templando voces, prestando la mirada abierta, la atenta escucha y la mano presta.
Requiere dejarse acompañar en ese sendero extraño, que baja a nuestro infierno personal, para buscar las vetas de tesoros olvidados, donde se encarnan el hombre y la mujer que somos, escondidos la mayoría de las veces, tras la bruma de una conciencia engañosa. Dice Benedetti (Mario Benedetti. No te rindas):
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
Usé como antesala del libro un trozo del poema Instrucciones a mis hijos de Magdalena Sánchez Blesa. Desde que tuve la ocasión de conocerlo me pareció una excelente descripción de algunos aspectos imprescindibles de la labor del psicoterapeuta, sobre todo el que hace referencia a la importancia de que se despierte y mantenga su curiosidad por conocer y visitar las historias del otro y las emociones que las acompañan. Dice este poema:
“…Jamás se os olvide que en el mundo hay guerra
Por pasar de largo sin gloria ni pena delante de un hombre
Y no preguntarnos qué sueño le inquieta
Qué historia le empuja,
Qué pena lo envuelve,
Qué miedo le para,
Qué madre lo tuvo,
Qué abrazo le falta,
Qué rabia le ronda,
Qué envidia lo apresa…
Jamás, y lo digo faltándome fuerzas,
Si el mundo se para,
Os quedéis sentados viendo la manera de que otro lo empuje
Remangaos el alma,
Sed palanca y rueda,…”
No somos profesionales asépticos, hacer psicoterapia supone hacer uso de nosotros mismos, estar vinculados, sentir las pertenencias que nos otorgan un nombre, un rostro.
Volviendo a la psicoterapia, quiero deciros que nace en esa conversación íntima, en ese encuentro extraño. Ese es el espacio donde se gesta la tarea. Nace en el afán por conocer y desmenuzar las historias que conmueven y liberan, a la postre, el alma. Surge en la disponibilidad para la vibración con el corazón ajeno, en la inmersión en el mundo del otro, de ese otro que soy yo mismo por un instante.
En el libro he intentado clarificar, en su primera parte, el encuadre de trabajo. Se analiza la temporalización más adecuada, la gestión y el análisis de la demanda, su reformulación. Las indicaciones que podemos utilizar para recomendar una terapia individual y las que indican la utilización preferente de otros formatos. El proceso y su finalización.
En su segunda parte, el libro se centra en los ejes de la intervención terapéutica. Aquí se desarrollan planteamientos sobre la importancia del diagnóstico relacional versus el diagnóstico psicopatológico, el trabajo sobre el proceso de pertenencia-diferenciación, el análisis de los patrones relacionales familiares y de las triangulaciones y roles… entre otros.
Finalmente, en la tercera parte, se describen técnicas y herramientas prácticas para el trabajo con los pacientes, unas derivadas de los enfoques narrativos y dialógicos, otras de los enfoques estratégicos de la terapia sistémica, del trabajo de las emociones en Gestalt y psicoanálisis o de los enfoques de las terapias breves.
3- La intervención en trastornos infantiles. El tercer tema objeto de trabajo fue la intervención psicoterapéutica sistémica en los casos con trastornos infantiles, cuando la emergencia sintomática familiar aparece en los niños y niñas. En esta ocasión tuve la oportunidad de profundizar en los antecedentes de la psicoterapia infantil desde diferentes perspectivas teóricas para, al final, proponer un protocolo de intervención sistémica para los casos de miedos y fobias infantiles con el sustento teórico necesario, que además había venido utilizando en mi trabajo en consulta con buenos resultados. Vuelve a repetirse, en este caso, el hecho de que el texto termina resultando demasiado extenso para ser publicado de una sola vez y me veo obligado, para cumplir las directrices de las revistas, a dividirlo de nuevo en dos artículos. El primero Psicoterapia infantil sistémica. La integración de diferentes enfoques psicoterapéuticos se publicó finalmente en la Revista de Psicoterapia en marzo de 2019 y, el segundo, La intervención familiar en los miedos y fobias infantiles se publicó, a pesar de ser su segunda parte, con anterioridad en la revista Redes, en diciembre de 2018.
4- La psicoterapia de pareja. Por último, el cuarto tema que estaba programado en agenda, se enfocaba en la psicoterapia de pareja. Deseaba organizar la información existente sobre la intervención terapéutica con parejas, en especial las diferentes aportaciones teóricas en la perspectiva sistémica, y darle una estructura y organización que ayudara a los profesionales de la psicoterapia a realizar el trabajo con parejas en conflicto con mayores garantías de éxito. Quise añadir ciertos elementos, ideas y consideraciones que había ido detectando y puliendo en mi trabajo como psicoterapeuta durante los últimos treinta años. De ahí surge Fascinación y desilusión. Psicoterapia sistémica de pareja, mi segundo libro, que ha visto la luz en el mes de julio de 2019, también a través del Grupo Editorial Letrame.  Este es el segundo objetivo de mi presentación de hoy.
5- Elementos comunes. Quiero puntualizar, antes de hablaros del libro, que existen ciertos ejes comunes en todos los trabajos que os he ido detallando -incluyendo otras publicaciones anteriores a este periodo-.
Puedo destacar las siguientes:
a) Mi necesidad de integrar perspectivas y enfoques diferentes, en especial los que provienen de las psicoterapias psicoanalíticas, de las terapias sistémicas y de los enfoques narrativos y socioconstruccionistas. Creo firmemente que los trabajos realizados por el psicoanálisis y las psicoterapias psicodinámicas, las terapias humanistas (Gestalt, enfoque centrado en la persona, análisis transaccional), las terapias familiares sistémicas (transgeneracionales, estructurales y estratégicas), las investigaciones sobre el apego y los abordajes socioconstruccionistas (narrativos especialmente); son, en la mayoría de ocasiones, concordantes y complementarios para una más completa, eficaz e integral atención psicoterapéutica.
b) La importancia de profundizar en la figura del psicoterapeuta y en sus recursos personales para el trabajo en terapia. Además de los procesos formativos y de supervisión, los psicoterapeutas deben contar, para un mejor desempeño profesional, con la libertad para utilizar sus emociones, sus recursos y su creatividad, para incorporar técnicas y perspectivas diversas en su trabajo diario, para atreverse a innovar y probar nuevos enfoques e integrarlos en su labor cotidiana. Todo ello implica la necesidad de desarrollar un trabajo personal sobre la propia historia, las relaciones familiares y sobre los aspectos fundamentales que son constitutivos de su identidad.
c) La defensa y puesta en valor de los aspectos salutogénicos existentes en las personas y en los sistemas, contra la tendencia abusiva de algunos servicios de salud, públicos y privados, al etiquetado diagnóstico y a la nosología psicopatológica como asignación rígida de una identidad enferma y crónica. Las competencias, los recursos personales, los elementos resilientes y la focalización en la coconstrucción de relatos alternativos más flexibles y saludables, es una constante que puede ser verificada en cada uno de los textos que se han reseñado. Confiar en los aspectos más saludables de las personas, las parejas y las familias, y en la creatividad que en estas suele surgir para afrontar las dificultades y obstáculos, debe ser un eje medular del trabajo terapéutico.
d) La reivindicación de la importancia del ejercicio de la libertad del terapeuta contra la rigidez de los encuadres teóricos y técnicos de la psicoterapia. Se invita a probar y a atreverse a una intervención más honesta y directa, evitando el ejercicio del poder en el profesional otorgado por la especialización. Se propone una posición de cálida curiosidad y de genuino interés, donde se incluye el desvelamiento personal del terapeuta como elemento de normalización en la relación con los pacientes y con su sufrimiento. Por otra parte, es imprescindible buscar fórmulas para integrar técnicas y herramientas de intervención, provengan de donde provengan, para obtener una posición más cómoda para el psicoterapeuta y una mayor eficacia en el ejercicio profesional. Los enfoques no deben funcionar como un Lecho de Procusto que fuerce al profesional a adoptar una posición restrictiva o inasible, en desacuerdo con sus capacidades e iniciativas. De igual forma tampoco el terapeuta debe forzar a los pacientes a una posición rígida derivada de los encuadres en los que comulga.
6- Fascinación y desilusión. Psicoterapia sistémica de pareja.
Centrándome, ahora sí, en mi último libro tengo algunas razones que alegar en mi defensa para justificarme por la osadía de escribirlo. Aunque no resulta del todo elegante confieso que la más importante es claramente egoísta y hasta siento punto patológica. Mis 60 años cumplidos me obligan a focalizarme en algo productivo. En la inevitable huida ante el propio declive físico y ante la contemplación de una mayor cercanía de la muerte, debo evitar terminar desviándome hacia el patetismo del viejo verde, del anciano bulímico o de la defensa y recuerdo melancólico de los años perdidos.
En otros argumentos, algo más respetables, puedo recoger, en primer lugar, el hecho de ser consciente de las dificultades que suelen presentar los procesos terapéuticos de pareja para los profesionales así como del constante incremento de este tipo de demanda en las consultas de psicoterapia. En segundo lugar, deseaba recoger las conclusiones que tenía elaboradas, a partir de mi trabajo con parejas en los últimos treinta años. En último lugar, quería unificar y organizar la profusa información existente en la bibliografía especializada sobre psicoterapia de parejas.
Evidentemente he pensado, de forma especial, en los profesionales que han participado en los procesos de formación para terapeutas de familia y de pareja que desarrollamos en nuestro centro en Cádiz y, cómo no, en el alumnado de otros institutos y escuelas de formación con los que colaboramos. El objetivo sería además esbozar algunas propuestas concretas que faciliten el desempeño a los profesionales en la psicoterapia con parejas.
Dicho esto me gustaría en el día de hoy, a modo de presentación del libro, comentar en voz alta algunas reflexiones sobre el ciclo vital de las parejas y, por supuesto, sobre la intervención psicoterapéutica en estos casos.
El trabajo con parejas en conflicto suele ser arduo y costoso. No es fácil participar en la gestión relacional de la intimidad de una pareja en la que, a fin de cuentas, los terapeutas somos meros convidados de piedra y donde cualquier movimiento puede estar tintado de sospecha y precaución. Meterse en la “cama” de una pareja, aunque sea ella misma quien nos invita, es siempre un riesgo y, en muchas ocasiones, una impostura.
Dejadme que me explique. No podemos nunca perder de vista la bella, costosa y delicada construcción que ha venido realizando cada pareja desde sus inicios. No olvidemos además el riesgo que puede correrse si se pretende cambiar algunos de los presupuestos fundadores que la han constituido, es decir, qué puede ocurrir si tocamos aquel tabique, aquella viga o despreciamos algunos de los arbotantes que la han venido sosteniendo a lo largo del tiempo.
Como dice Robert Neuburger “una pareja está formada por dos seres que se cuentan que son una pareja. Se inventan un íntimo: la historia de su pareja. Pues una pareja —y esto es su talón de Aquiles— no posee una filiación que le permita afianzarse, lo que la diferencia de la familia, en cuyo seno no hay que inventar, solo trasmitir. Una pareja son dos seres que van a contarse la historia que los crea» (pág. 26).
Es decir, la pareja surge del encuentro entre dos personas y se constituye cuando sus componentes consiguen dibujar una historia, más o menos consensuada, donde se recoge quiénes son y cómo llegan a constituirse como sistema diferenciado. Esta historia ha requerido obligadamente de un cierto nivel de mistificación, es decir, ha necesitado de una serie de argumentos, de pseudoverdades, para embellecerla y darle una entidad única, especial y mítica. El mito fundador de una pareja es el elemento adhesivo que sirve de argamasa para su constitución, el que le da sentido e identidad. De aquí emerge una ilusión común, coconstruida, que genera y mantiene el magnetismo necesario para permitir a sus miembros mirar hacia fuera -e incluso a la contra- de los vínculos de filiación que nos unen a las familias de origen. Como diría Stierlin (1994) la pareja facilita una coindividuación, la individuación compartida donde cada cónyuge ayuda al otro en este proceso de creación de una nueva familia. Por lo tanto, el enamoramiento es una fascinación necesaria, el perfecto punto de partida, engañoso pero útil, para dirigir nuestra mirada más allá de las lealtades que nos vinculan y atan a nuestras familias de origen, para de esta forma atrevernos a construir algo fuera del ámbito de las lealtades exigidas en las relaciones de filiación familiar.
Defiendo el hecho de que este inicio mistificado es necesario, que se articule en torno a una fascinación acrítica no le quita valor, como bien decía Mario Benedetti (1988), “cada vez que te enamores / no expliques a nadie nada, / deja que el amor te invada / sin entrar en pormenores”. Porque, a fin de cuentas: “el plazo del amor es un instante / y hay que hacerlo durar como un milagro”.
Pero como bien sabemos, cualquier fascinación lleva inscrita su fecha de caducidad. El estado de enamoramiento o de unión fusional pierde intensidad, tanto neuroquímica como emocional, dando paso a una visión más realista y práctica del otro cónyuge y de la propia pareja como sistema. Este paso evolutivo produce una decepción o, como la cito en el título, una desilusión que se define como fase imprescindible de todo ciclo vital conyugal.
Más tarde o más temprano, la pareja se ve abocada a descorrer los visillos creados en el enamoramiento inicial y aprender de la realidad cotidiana de la vida en común. Este momento es necesario aunque puede, en ocasiones, vivirse trágicamente. De ahí que el mismo Benedetti nos advierta: “por el contrario desenamorarse / es ver el cuerpo como es y no como la otra mirada lo inventaba / es regresar más pobre al viejo enigma / y dar con la tristeza en el espejo” (Extracto de Enamorarse y no).
De este periplo que transita desde la fascinación a la desilusión surgen muchas de las demandas de terapia en las parejas en conflicto. Tengamos en cuenta que cuando la pareja está en su fase de inicial de enamoramiento no desea invitados fisgones, no está interesada en opiniones externas que pongan luz y taquígrafos a lo que ocurre en la penumbra construida por ambos. La luz tenue e indirecta disimula arrugas y grietas, enaltece el perfil y ejerce como photoshop natural. Pero, cuando se reducen los suplementos neuroquímicos y se corrigen las dioptrías, la pareja ha de gestionar la relación sin dopaje alguno, a pelo.
Este paso a la desilusión puede acabar conformando un conflicto en la relación de pareja. Conflicto más o menos enconado, más o menos dramático, caracterizado por su constante e intermitente aparición. Se representa como una danza, como un baile, donde cada uno expone su parte, siempre con la misma estructura argumental y la misma cadencia rítmica, aunque los motivos y situaciones parezcan inicialmente diferentes. Esa escenificación es siempre igual, recursiva, la misma discusión de hace 3 días, 3 semanas, 3 meses o 3 años, con inocuos efectos para una adecuada resolución y acompañada de una intensa reactividad emocional en ambos cónyuges.
Cuando esta situación se hace especialmente dura e intensa, o cuando aparecen además otros elementos que la complican, con el efecto angustioso de una escalada continua y un exceso de sufrimiento, alguno de los miembros dice, normalmente quien más lo sufre: “vayamos a terapia”.
Al demandar terapia, los miembros de la pareja pueden tener diferentes objetivos. Por ejemplo, alguno puede desear el regreso a aquella fascinación original, retornar al tiempo pretérito, al paraíso perdido. Otra posibilidad, muy habitual, es pretender que el otro miembro de la pareja cambie en algún sentido como si la felicidad será posible sólo si el otro se adapta, se ajusta o acepta nuestros deseos.
Otra alternativa más puede consistir en plantear la terapia de pareja como un espacio donde ajustar unas cuentas desbalanceadas (como decía la canción ¿quién puso más?), pidiendo a un tercero -en este caso el/la terapeuta- que apoye las reivindicaciones que cada uno de los miembros de la pareja tiene respecto del otro. Puede ser, para colmo de la complejidad, que se presente un cóctel perfecto con todas estas pretensiones combinadas en mayor o menor grado o incluso podrían añadir otras razones más indignas e inadecuadas.
No dudamos del sufrimiento que lleva a las parejas a solicitar terapia, de la búsqueda de mejora que está implícita en su demanda, pero sí es importante recalcar las características particulares que aparecen en el conflicto de las parejas y cómo éste se traslada al espacio terapéutico.
Al terapeuta qué le queda. Le resta básicamente mantenerse en una posición equidistante y justa, comprometida con el dolor de cada uno de los cónyuges pero en libertad para moverse y cuestionar algunas de sus pretensiones, procurar descentrarlos del repetitivo ciclo reactivo e interminable y así facilitar que puedan contemplarse desde fuera, decidir cómo mejorar su situación, ya sea para la mejora del clima emocional de pareja y su supervivencia como sistema, ya sea en la implementación de una posible ruptura definitiva.
La terapia de pareja no consiste en enseñar a los cónyuges a comunicarse -aunque a veces se requiera recordar que ciertas formas de comunicar no ayudan en el proceso-, tampoco consiste en un proceso de mediación para obtener acuerdos concretos -aunque en ocasiones se precise-, no consiste en realizar una terapia individual de uno en presencia del otro -aunque hablemos de la historia de cada uno de los miembros y cómo está presente en lo que esté ocurriendo en la actualidad-. La terapia de pareja es un proceso donde debe hacerse visible el tercer elemento, es decir, el sistema-pareja que se ha construido entre ambos, ayudándoles a reflexionar sobre esa terceridad que los trasciende y que los define, el proyecto en común que iniciaron, la relación. Esto incluye, entre otras muchas cosas, hasta cuándo y cómo desean perdurar. La terapia supone, además, acompañarles en el reconocimiento emocional de lo que está aconteciendo en cada uno de ellos y de cada cual respecto al otro, o de lo que concurre en sus pautas relacionales repetitivas, permitiéndoles reconocer la fuerza de la danza que representan y con la que se comunican y relacionan habitualmente.
Los psicoterapeutas no somos los encargados de unir o de separar parejas, sino sujetos facilitadores que permitan a los cónyuges desbrozar suficientemente el terreno para que surjan las posibles tomas de decisiones que se agazapan en ellos; bien para avanzar hacia una relación “suficientemente” buena, bien para atenuar, en lo posible, una separación siempre dolorosa.
El resultado de la terapia de pareja es complejo y diverso, porque una relación “suficientemente” buena no es una relación anclada en aquella fascinación de los orígenes ni tiene por qué garantizar calma emocional en la pareja. Puede ser que una pareja concreta requiera para su subsistencia mantener una relación emocionalmente intensa, con cierto nivel de conflicto, sin que éste tenga que hacer peligrar la existencia de la misma. Por otra parte, si la decisión de sus miembros consiste en una ruptura, ambos sufrirán irremediablemente pérdidas importantes, por lo que tampoco el resultado se va a percibir como emocionalmente satisfactorio. Nos queda alguna opción más, por ejemplo, que alguno de los miembros de la pareja esté dispuesto a cambiar en alguna medida en base a lo que el cónyuge espera, pudiendo generar resultados extraños y peligrosos. Recordemos que justamente lo que nos enamoró del otro se convierte habitualmente, con el paso del tiempo, en la mayor fuente de reproches, de ahí que cabe preguntarnos ¿quién garantiza la supervivencia de una pareja que deja de ser aquello que está en el ADN de su constitución?
Lo que se deriva de estas reflexiones, en parte, tiene que ver con el propio proceso de desilusión que se sugiere también en torno a la misma terapia. No quiero inducir a error, no mantengo que la terapia de pareja no cumpla sus objetivos de mejora o que no resulte de utilidad, por el contrario, considero que es una excelente oportunidad para la reflexión de los participantes sobre la bella y delicada arquitectura que han construido y alimentado en el transcurso del tiempo. Lo que sí defiendo es que, en muchos casos, los resultados de la terapia de pareja, a corto plazo, resultan insatisfactorios para sus miembros. Esto implica para el profesional cierta dosis de paciencia y bastantes dosis de tolerancia a la frustración y a la desilusión, casi tanto como se le requiere a las propias parejas para su subsistencia y mantenimiento en el tiempo.
El paso del tiempo y la madurez en la pareja conlleva un proceso de integración y de aceptación, es decir, que hablaríamos de una última fase en la que existe la posibilidad de contemplar a una pareja integrada y sólidamente constituida. Otra opción es la disgregación y separación definitiva de la pareja. En el primer caso estamos ante lo que Ismael Serrano (2010) en su tema El Espejismo canta:
«Y ahora que
por fin se ha roto el muro, el espejismo,
el mundo duele menos si te miro.
Ya no dudo: no estoy cuerdo, más aún, estoy vivo.
Ahora sé que más allá del espejismo,
más allá de este único camino,
existen nuevos paisajes,
futuro escondido,
tantas cosas por nombrar,
tantas cosas por hacer,
todas contigo».
(Tomado de El Espejismo, Ismael Serrano, 2010)
En el libro que hoy presento, procuro detallar algunos de estos elementos, tanto en su sustento teórico como en la práctica de la intervención. Me parece imprescindible, para el profesional que se dedique a estos menesteres, conocer los procesos que subyacen en el ciclo vital conyugal, no obviar los elementos que tienen que ver con la gestión del poder en la relación de pareja, recordar la importancia de no aceptar como verdades incuestionables muchas de las quejas o reproches que los cónyuges plantean en la consulta respecto de su pareja, etc.
Para concluir, no olvidemos que hay parejas que bailan tango, pasionales e intensamente entrelazadas; parejas que bailan vals, formales y siempre colocadas a la distancia justa; parejas que bailan twist, que funcionan en consonancia rítmica pero sin tocarse. Cada danza de pareja está coreografiada con mimo y detalle, en esa danza se incorporan los mapas del mundo de cada uno de sus miembros, sus pautas de interacción y los modelos comportamentales aprendidos, con cadencias y ritmos emocionales que procuran respetar el mito fundador que les bautizó y que sostiene al sistema-pareja a pesar de los vaivenes que se produzcan en todo su ciclo vital.
La terapia de pareja es, por tanto, un espacio reflexivo. Quiero entresacar un párrafo del libro del que se desprende la visión que subyace sobre el proceso del ciclo vital conyugal:

Ahora bien, si la pareja consigue superar este desengaño, y tras la pérdida de la mistificación original, puede construir o retomar proyectos comunes e ilusiones ajustadas al momento del ciclo vital que le toca vivir, puede convertirse en un espacio cálido donde compartir experiencias y cuidados. Quizás en estos últimos tiempos de consumo voraz, se puede pretender que la pareja tiene una obsolescencia programada, como los electrodomésticos y los automóviles, y que una nueva experiencia de pareja podrá permitirnos volver a alcanzar la felicidad y la fascinación inicial. Este planteamiento nos llevaría a las tesis sobre el triunfo del amor líquido que Zygmunt Bauman (2003) describe (pág. 230).

Antes de terminar quiero leeros dos poemas, el primero pertenece a Mario Benedetti (1995), y resume e ilumina la experiencia amorosa y de pareja. Se titula El amor es un centro, y dice:
«El amor es un centro.
Una esperanza un huerto un páramo
una migaja entre dos hambres
el amor es campo minado
un jubileo de la sangre
cáliz y musgo / cruz y sésamo
pobre bisagra entre voraces
el amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales
un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza
el amor es una palabra
un pedacito de utopía
es todo eso y mucho menos
y mucho más / es una isla
una borrasca / un lago quieto
sintetizando yo diría
que el amor es una alcachofa
que va perdiendo sus enigmas
hasta que se queda una zozobra
una esperanza un fantasmita».

El segundo poema es de mi cosecha y aparece como dedicatoria del libro:
Si necesitas una excusa
para dignificar el tiempo,
mira quién de tu mano anduvo,
quién te guardó el costado
y te acompañó en silencio.
Si necesitas una excusa
para dignificar el tiempo,
recuerda quién desbocó tu aliento,
quién fue puerto, bálsamo, nido,
de la fragilidad desnuda.
Si necesitas una excusa
para dignificar el tiempo,
piensa quién acompañó tu siembra,
quién encendió las mariposas
y recordó a los muertos.
Si necesitas una excusa
para dignificar el tiempo,
escucha quién anuda cabellos de otoño,
quién besó, sin miedo, tu sombra,
quién firme se mantuvo
ante el azote del tedio.
Muchas gracias.

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