Algo sobre mí: siestas veraniegas
En22 julio, 2020 | 0 comentarios | Sin categoría |

Está demostrado que una siesta de 20 a 30 minutos es muy beneficiosa: previene las cardiopatías porque reduce la tensión arterial y el estrés; facilita el aprendizaje y la resolución de problemas, aumenta la concentración, estimula la creatividad y mejora los reflejos porque después de la siesta se rinde mejor por la tarde; además, ayuda a la abstracción y fomenta la positividad, mejorando el estado de ánimo.

Por regla general si duermo mis ocho horas nocturnas puedo aguantar bien el día, eso sí descansando un rato para leer o viendo una película después de comer. A veces, sí me quedo traspuesta en el sofá con este tipo de siesta y es cierto que noto sus beneficios. Pero cuando llega el verano…

Al asomar el sol en todo su esplendor y azotar los calores en todos los rincones de nuestro día a día es más complicado estar al cien por cien. Después de las comidas me entra un sopor que me cuesta un horror aguantar los ojos abiertos. Saber que no tengo nada planeado para la tarde hace que me relaje y me recueste un poco más… y ese es mi fallo. Estoy tan a gusto que, una vez cerrados los ojos, para despertarme necesito sacar fuerzas desde lo más profundo de mi ser para levantarme. Pasan dos horas de un solo plumazo y la siguiente hora es un debate entre mi cerebro (que me aconseja despertarme de una vez para no perder la tarde y luego dormir a una hora razonable) y mi cuerpo (al que parece le han dado una paliza y no responde a mis órdenes, con todos los músculos en huelga, incluidos los párpados). El resultado es una siesta de más de 3 horas, un mal humor de mil demonios que tarda infinidad en marcharse y un andar como si tuviese una mochila a la espalda de 50 kilos. Eso sí, a las doce de la noche vuelvo a estar como una rosa y con ganas de marcha.

¿Y vosotros? ¿Os echáis alguna siesta? ¿Cuál os gusta más?

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