Biografía
Pedro Navarro Esteban

Dolores, mi madre, me trajo al mundo en Murcia, una pequeña pero acogedora ciudad del sureste español. Mientras ella se dedicaba a lo que entonces se conocía como «sus labores», tareas que eran las de todos pero que solo lo hacía una persona, o sea, ella, mi padre pasaba horas y horas trabajando en una conocida mutua de accidentes de trabajo. Desde siempre entendí que la Música formaría parte de mi vida, y como a ella me iba dedicando incansablemente día tras día, abrazado al violín primero y a la viola después, de repente me di  cuenta de que vivía de ella, o lo que es lo mismo, de que me había convertido en un músico profesional. Un músico profesional está condenado a dedicar al estudio de su instrumento muchas horas al día y, recuerdo, que después de una jornada de práctica intensa, no había mayor placer que tirarte en la cama con un libro. Esto significa que la lectura  me ha acompañado a lo largo de toda mi vida y creo que lo hará siempre porque la inquietud por lo que pasa en el mundo, o lo que pasó hace siglos, que da lo mismo, te hace adentrarte en las líneas de una página que alguien escribió en soledad para que otro las leyera también en soledad. En eso, la Literatura y la Música van de la mano. El intérprete y el instrumento, el escritor y la cuartilla.

Y de cuartilla a cuartel. El primer relato que escribí lo hice en la gris oficina del Cuartel de Artillería de Murcia. Como uno se puede imaginar, me encontraba inmerso en el servicio militar. Un buen día me cansé de cruzar una pierna con otra durante horas, agarré una máquina de escribir y comencé lo que se titulé «Detrás de mí, el silencio». Lo mejor de ese cuento, creo yo, fue el principio y el final. Es decir, que lo empecé y lo terminé, lo de en medio no contaba mucho. Y eso es muy importante en alguien que escribe porque el desánimo abunda en estas situaciones en las que te enfrentas al papel por primera vez y lo normal es dejarlo guardado en un cajón o tirarlo a la papelera directamente. Yo lo guardé. Para mí era como un pequeño tesoro, apenas doce o trece páginas, pero algo grande para alguien que se había marcado una meta y la había conseguido. Solamente había un problema: por más que lo leía no era capaz de entender nada de lo que había escrito. Hoy en día no me atrevo a intentarlo; si ha estado durmiendo el sueño de los justos durante tantos años, es también justo que siga haciéndolo muchos más. También en aquellos días, e inspirado en la vida militar diaria, escribí «El detalle de Angelines». Este cuento hoy sería un relato de violencia de género de los de «libro». Sin embargo, en aquella época, para mí solo había un género, el género humano de las Ciencias Naturales, no como ahora, pero eso es otra historia. Esta historia, la de Angelines, me costó escribirla porque me parecía muy cruda, desgarradora. Y fue precisamente por eso que la titulé así, el «detalle» de Angelines, porque su historia, su infierno, era solo un detalle para la sociedad del momento. En esos años no teníamos conocimiento de la cantidad de casos de abusos a menores que hoy tenemos el horror de soportar. Sin embargo, hoy, esos calvarios por lo que pasan algunas niñas son cada vez menos detalles y más conciencia social común. La sociedad ya no mira para otro lado.

Tras muchos años de intenso trabajo, esto es, con plena dedicación al servicio de la Música en diferentes tareas, volví a sentarme delante de lo que en otro tiempo fue una máquina de escribir y en ese momento se había convertido en un portátil. Habían pasado muchos años y muchas lecturas. Si en los primeros  años Faulkner y Kafka me habían guiado hacia el teclado de una Olivetti, ahora eran Pynchon y Auster los que me conducían hacia un mini HP. De un caluroso verano murciano salió «El viejo piano Schimmel», un relato ambientado en la noche de los cristales rotos de la Alemania nazi. Este fue el primer cuento que publiqué y tuvo buena acogida por parte de los pocos lectores que lo leyeron. A este cuento le siguieron otros hasta que decidí volcarme en un proyecto mayor: una novela. Así comencé a escribir la que debía ser la primera novela, y que aún hoy en día está por concluir. Y esto ocurrió porque el sátrapa se metió por medio y la lio. Recuerdo que era un día de junio muy caluroso en Madrid cuando, por fin, vi claro que debía dejar lo que estaba meses escribiendo y centrarme en «La conducta del sátrapa», la novela que nos ha traído hasta aquí. Eran muchas ideas las que giraban en torno a una trama de agua. Era mucho lo que había que contar, mucho lo que había que desenmascarar y denunciar. Los personajes iban cobrando vida en mi interior y necesitaban salir de mi cabeza para vivir sus propias aventuras. A partir de ese momento ya no había vuelta atrás y durante más de tres años de trabajo, quedé atrapado por la historia de Argaria, una tierra del sureste español de la que me gusta pensar que es tan real como inventada.

» Todo el mundo sabe escribir, pero no todo el mundo es escritor » Joël Dicker

Próximos proyectos
"Jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa camina la flor de la canela."

El próximo proyecto nos llevará hasta la ciudad de Lima donde, a través de sus plazas y calles, nuestros personajes se adentrarán en la eterna lucha del ser humano de espantar sus demonios. Una historia que nace con la intención de no dejarnos impasibles.