Y así comienza todo… De repente, alguien muy cercano te dice: <<Oye, si cuando escribes en facebook a la gente parece que le encanta, ¿por qué no das el salto y te presentas a un concurso de relatos cortos? Quién sabe, lo mismo te llevas el primer premio. Mira, casualmente hay uno en La Granja y parece interesante. Te dejo las bases a ver qué opinión te merece>> La maquinaria se engrasa, retiras los restos de óxido con cautela y sientes como la locomotora se pone en marcha sin saber bien hacia dónde dirigirte. Y pasan los días y el teléfono no suena, y finalmente la euforia inicial queda arrinconada en un pequeño recoveco de tu cerebro, apenas iluminado por un ventanuco por donde aún penetra un rayito de esperanza. Pero curiosamente, como sucede en muchos ámbitos de la vida, cuando ya te has olvidado por completo del asunto, una llamada provoca que un escalofrío recorra tu cuerpo. Y en ese momento todo tu mundo gira 180 grados. Una voz dulce y femenina pronuncia tu nombre completo con aparente seguridad, pero tú apenas lo escuchas como un susurro, una especie de canto de sirena que desde la lejanía parece querer embaucarte con su canto melodioso, repleto de palabras bonitas que suenan tan bien, que parece imposible que vayan dirigidas hacia tu persona. Hasta que haciendo una preceptiva pausa que a ti se te hace eterna, la única frase que de verdad ansiabas escuchar se desliza por el auricular hasta tu corazón, plantando en él esa pequeña semilla que todo escritor conoce y que transforma tu percepción de la vida, generando en ti la indescriptible necesidad de compartir tus emociones, sueños, locuras y percepciones con el resto del mundo. Al otro lado del teléfono, confusa por la ausencia de respuesta de tu parte, la misma melodiosa voz repite las palabras mágicas: <<Es usted el ganador>> Es entonces cuando te das cuenta, que en ocasiones, la vida te demuestra que el mundo pertenece a los soñadores, y que Nunca Jamás, a pesar de que muchos quieran ocultarlo tras un manto de decepciones, madurez mal entendida y miedo a jugar con su propia sombra… Nunca Jamás existe. Y yo pienso seguir siendo Peter Pan, le pese a quien le pese 🙂