Podrías pensar que cada uno de tus momentos es único y especial, que cada paso que das es sui géneris, una explosión de originalidad sin límites.

Pero lo cierto es que la realidad te arrastra de forma brutal la mayor parte del tiempo, entregándote sin compasión a los choques aleatorios de la materia.

Tú, desde tu egocentrismo, llegas a pensar que, en ocasiones, el universo está conspirando contra ti.

—¿Quién ha puesto esta piedra en mi camino? —te preguntas.

Pero nadie contesta. Porque a ese mundo externo le importa una mierda tu existencia, no sabe nada de ti. Se mueve implacable hacia delante arrastrando a todo lo que existe y es.

La única salida para enfrentarse a un caos de tal magnitud pasa por envolver a toda colisión con una respuesta emocional.

Una solución humilde, sí, pero no hay más a lo que agarrarse.

Has de tejer un sentido propio por donde no existen más que rutas desordenadas desplazándose por un vacío anárquico.

¿Sientes que estás tropezando siempre con la misma piedra?

No intentes doblar la cuchara, eso es imposibles, has de doblarte tú.

Más piedras se cruzarán en tu trayectoria, huérfanas, inertes, ansiosas por cobrar vida.