Las santiguadoras: Una historia mal contada
En1 mayo, 2017 | 0 comentarios | Uncategorized | Etiquetas: , ,

Las santiguadoras una historia mal contada.

           Con este título pretendo describir una visión de las santiguadoras que, hasta hoy, en todos los artículos de prensa, libros, revistas y programas de televisión a los que he tenido acceso, nadie, absolutamente nadie, ha contado.

            Y no es que yo esté intentando menospreciar a quienes hasta ahora han escrito sobre estas mujeres. El motivo de este título tiene que ver con que nada de lo que he leído y de lo que he podido descubrir sobre las santiguadoras, me ha aportado alguna información sobre la verdadera esencia de quiénes eran estas mujeres que, en Canarias gozaron de prestigio, reconocimiento social y sobre todo conocimientos. En cambio, sí he encontrado libros, artículos en revistas y programas de televisión, donde se habla de ellas y se las estudia desde un punto de vista o folclórico, o etnográfico o histórico. Esa forma de acercarse para saber quiénes eran las santiguadoras, me recuerda a los entomólogos del siglo XIX que para estudiar a los escarabajos y a las mariposas en lugar de adentrarse en la naturaleza y estudiar las relaciones de los escarabajos y mariposas con el medio ambiente, preferían clavarlas en un alfiler y conservarlas en grandes cajas y colecciones.

            Volviendo a los trabajos publicados acerca de las santiguadoras, lo que es común en casi todo el material que he revisado, es que se las trata con cierta condescendía y hasta, yo diría, superioridad intelectual, e incluso a veces se intenta socavar hasta su importancia social, al situarlas en un rango intelectual cercano a la superchería o a las supersticiones.

           Quiero detenerme en un dato histórico y estadístico, a finales del siglo XIX, para toda la isla de Gran Canaria con casi 45.000 habitantes, no llegaban a unos veinte médicos los que ejercían y, otro dato, que muy pocas personas podían pagar los honorarios de estos profesionales, aunque también es cierto que algunos médicos atendían a muchas personas de forma altruista. Y les cito estos datos del siglo XIX, porque en comparación con años anteriores, esa cantidad de médicos se consideraba un gran progreso y avance social.

             La realidad de este dato nos viene a confirmar que la mayoría de la población recurría a las santiguadoras, hierberas o sanadoras, pónganles ustedes el título que quieran, para que los atendiesen: o bien como parteras, o arreglando torceduras y fracturas, o sanando empachos, curando el mal de ojos o liberando a niños y adultos de parásitos intestinales, sin olvidar que también trataban la erisipela y, ayudaban a los animales con el ganado. Por lo tanto, los habitantes de Gran Canaria o tenían una salud de hierro o el trabajo de las santiguadoras era efectivo.

               Pues bien, a pesar del reconocimiento social y de su importancia, quizás el que las santiguadoras eran mujeres humildes, sencillas y que atendían sin interés económico, provocó que la mayoría de los autores de estos trabajos publicados, no fuesen capaces de ver sus capacidades especiales, ni valorar la importancia de unos métodos de curación “sencillos, eficaces y basados en remedios naturales”.

            Ante una realidad tan inexplicable para la ciencia médica y la lógica racionalista, como era el que la población recurriera a estas mujeres para solucionar sus problemas, es posible que estos autores condicionados por sus paradigmas culturales y limitaciones intelectuales, no hayan sabido cómo acercarse a las santiguadoras y a sus conocimientos médicos, desde el punto de vista espiritual y mediúmnicos.

¿Qué es una santiguadora y cuál es su origen?

Según el diccionario de la RAE, la santiguadora es una persona que supersticiosamente santigua a otra diciendo ciertas oraciones.

Según el diccionario abierto del español, una santiguadora es una curandera o hechicera, cuyos procedimientos consisten en santiguar a la persona que trata, a la vez que recita ciertas oraciones.

Y por santiguar se define a la acción de hacer cruces desde la frente al pecho y desde el hombro izquierdo al hombro derecho, sobre uno mismo o sobre otra persona.

Como ven estas dos definiciones en realidad no nos ayudan a saber que son las santiguadoras ya que además las equiparan a las curanderas o hechiceras, con lo cual añaden más confusión que otra cosa.

Ya que entre los sinónimos de hechicera y curandera tenemos a bruja, hierbera y vidente. Con todas estas palabras se intenta delimitar a las personas que se dedican a la sanación en un tipo de aptitudes o cualidades, cuando en realidad todas son médium de distintas características y sensibilidad.

Las santiguadoras no es un fenómeno o una realidad que nazca en canarias, aunque las santiguadoras canarias, fruto de un intenso proceso de mestizaje cultural, si revisten particularidades y diferencias a las santiguadoras de otras regiones.

De ese mestizaje cultural, hay constancia en los archivos históricos de canarias, que desde finales del siglo XV reflejan la presencia en las islas de grupos poblaciones formados por judíos y moriscos, de todas las nacionalidades y regiones, que venían huyendo de las persecuciones y de la rigidez moral que imponían los tribunales de la Santa Inquisición. Además, de estos grupos y atraídos principalmente por la floreciente riqueza que se generaba en torno a los ingenios de azúcar, se encontraban los colonos gallegos, andaluces y portugueses, junto a sus esclavos africanos y berberiscos. Todos estos colectivos además de su propia manera de vivir, traían sus propias prácticas religiosas, conjuros, y remedios para todas las dolencias y padecimientos. Es ese mestizaje junto a las costumbres de la población aborigen lo que dio forma y singularidad a las santiguadoras canarias.

En el siglo XV, después de la rendición a los castellanos y tras el exterminio de gran parte de los aborígenes, sobre todo los hombres, los conquistadores para terminar de asentarse y evitar posibles focos de rebelión, se enfocaron en dos tareas: Primero reescribir la historia, dejando solo una versión unilateral que se fue imponiendo a la población desde la niñez y lo segundo acabar con la lengua aborigen, se castigaba con pena de muerte a todo aquél que no hablase castellano.

Acabar con la lengua no significaba solo acabar con una referencia de identidad, para los aborígenes supuso algo más profundo, y más grave, significó que parte de su cultura espiritual y de sus conocimientos sanadores se perdiesen al no poder traducirse a la nueva lengua.

Aún, así entre las mujeres aborígenes que siempre fueron las depositarias del conocimiento sanador, se mantuvo de forma oculta y secreta en el ámbito familiar los remedios y curas necesarios para mantenerse saludables.

(continuara)

Dejar una respuesta

  • Más artículos