Un cuento actualizado
En22 julio, 2018 | 0 comentarios | Sin categoría |

Buenas tardes a todas/os. Este va a ser el ultimo artículo que escriba referente al curso de género negro. Lo terminé hace un par de semanas, y la verdad es que me dio mucha pena, pero ya sabemos que todo tiene un final.

En fin, sin más dilación os voy a presentar el ejercicio que tuvimos que realizar. Consistía en hacer una re-escritura de Hansel y Gretel, empleando la estructura del cuento y su esencia.

Espero que os guste =).

HASHIM Y GHADA

Las bombas caían sobre la tierra destrozando todo a su paso. Solo había una manera de escapar: en una balsa para cruzar el mar hasta llegar a tierra firme. Sarhim estaba en la cola con sus hijos, pero le dijeron que solo podían subir los niños, que para él no había hueco suficiente. Tras hablar con ellos, le pidió a una mujer que los cuidara y que cuando él llegara al destino, se reencontrarían.

El viaje era muy largo y en el mar hay muchos peligros, Sarhim lo sabía, pero la otra opción era quedarse en ese país destruido y encontrar la muerte.

Hashim y Ghada estaban aterrados subidos en esa inestable balsa. Querían llegar pronto a su destino para poder estar de nuevo con su padre. No entendían qué pasaba, ni por qué su padre había tenido que renunciar a viajar con ellos.

Durante el trayecto, apareció un barco con unos hombres armados en su interior. Se llevaron a todos los niños, y después dispararon contra todos los adultos. Hashim y Ghada, no sabían que hacer, así que se abrazaron y se sentaron en una esquina intentando no mirar a su alrededor.

Aquellos hombres les habían dicho a todos los niños, que iba a venir otro barco y que se iban a ir con ellos, que iban a estar a salvo, y también les dijeron que la balsa en la que viajaban era de unas personas muy malas y que por eso tuvieron que matarles.

Sin mediar palabra, los niños miraron hacia el suelo y asintieron. Fueron pasando uno a uno cuando el otro barco se acercó lo suficiente. Hashim se percató cuando ya estaba subido en el otro, que uno de ellos recibió un maletín, y sonriendo se dieron las gracias mutuamente.

Le susurró a su hermana cuál era su teoría, y que si estaba en lo cierto, podrían hacer con ellos lo que quisieran.

Mientras ellos cuchicheaban, un hombre opulento se presentó frente a los dos y les preguntó sobre qué estaban hablando. Se quedaron callados y no dijeron nada más durante todo el viaje.

Llegaron a tierra firme tras haber estado cuatro días en alta mar. Al bajar del barco, un hombre trajeado les cogió de las manos y los metió en un coche. Dentro del vehículo había comida y bebida suficientes para saciar ambas necesidades. Hashim se atrevió a preguntar a ese señor quién era y a dónde les llevaban.

-Ya lo veréis, niños. Os va a gustar – dijo con tono tranquilizador y una sonrisa dibujada en su rostro cadavérico.

Ambos hermanos se miraron, y Hashim pudo notar el temor de Ghada en la mirada.

El coche se paró, y el hombre se apeó dejando la puerta abierta para que los niños también lo hicieran. En ese momento, Ghada le dijo a su hermano que tenía mucho miedo y que pasara lo que pasara, que no la soltara.

Encontraron frente a ellos una casa enorme con un jardín gigantesco. Nunca habían visto nada igual. Accedieron a su interior, y se sorprendieron aún más de todo lo que había. El hombre les enseñó su habitación, y les aconsejó que descansaran ya que al día siguiente les esperaba un día muy ajetreado.

La habitación tenía dos camas, pero solo usaron una. Los dos niños tenían miedo de estar separados y no sabían qué iba a pasar.

-No te preocupes, Ghada, que conseguiremos salir de aquí cuando papá venga. Ya lo verás – la tranquilizó tocándola el pelo.

La noche fue interminable; ninguno de los dos consiguió dormir. El sol comenzó a entrar por la ventana, y se oyeron unos golpes en la puerta antes de que se abriera.

Aquel hombre entró con una bandeja y la dejó sobre la cama frente a ellos.

-Desayunad y vestiros, cuando estéis preparados, bajad al salón que os espera una gran sorpresa.

Pese al tono conciliador, algo en su cara resultaba muy perturbador. Esa sonrisa, y esa mirada no eran de buena persona, aunque los gestos dijeran lo contrario.

Hashim y Ghada se tomaron su tiempo en hacer todo, y cuando tuvieron el suficiente valor, bajaron tal y como les habían dicho.

-Estos son los dos jóvenes de los que os estaba hablando – dijo el hombre señalándoles y sonriendo – Acercaos, por favor, que os quiero presentar a unos amigos.

Ambos avanzaron poco a poco y se posicionaron frente a esas personas sin decir nada.

-Estoy muy orgulloso de haber podido salvar a estas dos criaturas. Ya podéis salir a jugar al jardín. Cuando termine nos marcharemos para enseñaros la ciudad ¿Vale?

-Vale – contestaron al unísono.

Salieron de la casa y Ghada le preguntó a su hermano que si creía en las palabras de aquel hombre. Que si realmente pensaba que les había adoptado para darles una vida mejor. A lo que le contestó que ellos no necesitaban ser adoptados porque tenían un padre que les estaba esperando.

Después de un rato, el hombre apareció y les llamó para que entraran de nuevo.

-Esperadme aquí, tengo que coger una cosa y ahora mismo vuelvo – les dijo señalando el sofá.

Cuando se quedaron solos, Hashim comenzó a abrir todos los armarios para ver qué había en ellos, y se encontró con una carpeta de cuero muy bonita. La abrió, y lo que leyó le dejó petrificado.

Era un contrato que vendía a Ghada por doscientos mil euros, y había un cheque adjunto. Se lo enseñó a su hermana, y comenzó a llorar.

-No puedes ponerte así porque sabrá que lo hemos visto – le susurró – haz como si no supiéramos nada. Tú no te separes de mí ¿vale?

Volvió a dejar en su sitio la carpeta cuando escuchó que bajaba por la escalera. Se sentaron en el sofá y se quedaron completamente quietos.

-¿Nos vamos ya, niños? – preguntó ajustándose los guantes.

Se levantaron y entonces Hashim le hizo una señal a su hermana para que llevara a cabo el plan que habían pensado durante la noche en vilo. Ghada se quejó de que le dolía el tobillo, y cuando el hombre se agachó para ver si tenía algo, Hashim le dio un golpe en la cabeza con un busto de mármol que había sobre la mesa.

Cogieron el dinero que llevaba el hombre encima y el cheque al portador de doscientos mil euros.

Huyeron de allí, y fueron en busca de su padre. Sabían que tenía que estar en Italia, ya que ese iba a ser el destino.

Cuando por fin se reencontraron, le dieron el cheque y pudieron empezar de nuevo todos juntos.

 

 

 

 

 

 

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