Cuando una pareja inicia su andadura y, ambos miembros, están en plena efervescencia y fascinación mutua, se observa: «la necesidad de ambos de que, lo que está aconteciendo entre ellos, no sea cuestionado ni analizado. Por ejemplo, es usual que personas que se encuentran en un proceso terapéutico sientan el deseo de abandonar la terapia cuando se enamoran. En este fenómeno coinciden varios elementos; de una parte, el miembro que se encuentra en terapia no deseará cuestionar ciertas «certezas» o ciertos acontecimientos que se presentan y están configurando la pareja recién formada, de otra, no deseará revisar ciertas construcciones sobre el otro y sobre lo que los une. Es una fase felizmente ciega que requiere para mantenerse de la misma ceguera que la alimenta. Así, en este momento, los miembros de la nueva pareja se incomodan al sentirse observados desde una metaposición, que pudiera ser crítica o no, aunque los observadores sean ellos mismos. Por encima de todo es vital mantener la idea que lo que está ocurriendo es único, especial y mágico, que la otra persona reúne, quizás por primera vez, todas las bendiciones posibles, como un regalo de los dioses. Se minimizan o invisibilizan los defectos del otro y se alimenta la fascinación por todo lo que ocurre en torno a la relación» (p. 37-38) (De Pablo, 2019) («Fascinación y desilusión. Psicoterapia sistémica de pareja»).