En los últimos meses he intentado profundizar en el trabajo del psicoanalista italiano Massimo Recalcati. Tras la lectura de «El Complejo de Telémaco», del que recogí en mi último libro algunas observaciones que comparto; he podido leer «¿Qué queda del padre?» (2011) y «El secreto del hijo» (2017), dos pequeñas joyas que permiten conocer la conceptualización del autor. Os dejo un párrafo del este último que me parece fantástico:

“La condición del hijo, como tal, exige siempre el derecho a la revuelta. La familia no puede agotar el horizonte del mundo. Así como la vida humana requiere hospitalidad, un hogar, una familia, a la vez, con la misma intensidad, necesita irse a otra parte, separarse, cultivar su propio secreto. Pertenencia y errancia son dos polos igualmente fundamentales del proceso de humanización de la vida. (…) los hijos necesitan encontrar obstáculos en sus padres incluso cuando estos no lo son, porque el conflicto custodia la diferencia simbólica entre las generaciones y es, por lo tanto, un escalón indispensable para la formación de la vida. No obstante, el conflicto puede llegar también a gangrenarse y a perder su dinámica dialéctica; la diferencia entre generaciones puede cristalizarse en una oposición sin tregua. Ello sucede cuando los hijos interpretan la Ley solo como peso, violencia, opresión, represión sacrificial de su vida. O bien cuando los padres pretenden encarnar la Ley, identificándose con ella, afirmándose como tutores y representantes infalibles de la propia Ley. En esta doble degeneración de la visión de la Ley, hijos y padres se arriesgan a deshumanizar la Ley, convirtiéndola en una carga opresiva o en la medida sádica del ejercicio de un poder estúpidamente disciplinario” (Pp. 84-85).

Me queda por leer, del mismo autor, «Las manos de la madre», para completar la particular trinidad de Recalcati. Ya os iré contando mis impresiones.