El mundo posmoderno quiere ser un mundo perfecto
Voy leyendo a Joan Carles Mèlich, “Filosofía de la finitud”, un maravilloso ensayo, y me encuentro con este párrafo de su libro:
“El mundo posmoderno quiere ser un mundo perfecto, sin errores, sin dolor, sin tristeza, sin llanto y sin muerte. No tolera la contingencia porque no tiene palabras para dominarla. Tiene el ideal de la objetividad y de la perfección, y la contingencia -lo indisponible en la existencia humana- no puede ser controlada por el lenguaje de los expertos, por el lenguaje tecnológico. Por eso la posmodernidad tiene tantas dificultades para aceptar la memoria, porque (…) la memoria es subjetiva, ambigua, finita…, y estas son características que la posmodernidad no valora” (p. 89).