Fragmento de «Mientras dure la pandemia»
En8 agosto, 2021 | 0 comentarios | Mientras dure la pandemia |
Mientras dure la pandemia

Mientras dure la pandemia

I Capitulo: Apertura del portal del destino

… No sabía por qué, pero se alegraba al recibir sus mensajes, hasta le dio un tono personalizado en su celular. Como si ese contacto virtual y lejano la abstrajera de la realidad del encierro y por otro lado la rutina que él tenía era mucho de lo que ella amaba: la libertad, la naturaleza, los animales, la majestuosidad de las montañas con vistas al lago cristalino.

Era como si él se convirtiera en ese príncipe que viene a caballo desde muy lejos para rescatar a la princesa que está encerrada en su castillo, ante la amenaza de un virus mortal.

Pero en el año dos mil veinte no existían príncipes a caballos ni princesas en castillos. Solo Nahuel, que desde lejos sacaba virtualmente del encierro a Zenobia y la invitaba a soñar con un lugar mágico donde él vivía y esa imagen era un pasaje directo hacia la libertad, que solo una mente soñadora como la de ella podía hacerlo realidad.

Zenobia, por las mañanas, le reclamaba su foto inspiradora de libertad, aire puro y naturaleza. Él le enviaba la postal diaria, en la que no faltaban los caballos en el medio de la nada junto a los perros; las montañas pintadas de nieve en su cima rozando las nubes; la quietud del lago; la casa donde vivía parecía salida de un cuento, rodeada de verde, con los carneros echados en la hierba.

La invitaba a conocer su lugar, donde podría subir la montaña, navegar o pescar. Ella aceptaba encantadísima sus propuestas, dejando en claro que no tenía prejuicios, ni pretensiones cuando de explorar la naturaleza se tratara.

Él le confesaba su historia llena de carencias y abandono, lo cual fuera de toda rudeza que teñía su imagen de hombre de campo, en el fondo era tierno, un ser solitario, con sed de amor del más profundo, que solo alguien con una intensa conexión te puede dar. Ese amor que trasciende las distancias y las historias de vida, que cuando te encuentra, te mueve el piso y te trastoca el tiempo.

No sabes por qué, pero ya toda lógica deja de importarte y te sumergís embriagado de sensaciones que despiertan todas las células de tu cuerpo dormido. Te hace sentir tonto, pero no te detienes, estás impregnado de amor. Las cosquillas empiezan a quemarte el pecho y ya imaginas ese primer encuentro, la primera mirada, su olor, su piel, el calor de los cuerpos y esa atracción que los conecta.

Como una máquina abandonada a la que un rayo misterioso en una noche de tormenta le da energía para encenderlo, lo recorre por toda su estructura llenando espacios, abriendo puertas y derribando todo lo que no fuera necesario para que empiece a funcionar.

Ese torbellino que te arrastra hacia la profundidad del mar de los deseos, donde sonríes como un niño y te brillan los ojitos, te cambia la voz y empiezas a construir escenarios en tu mente. Cuando quieres retomar la poca cordura que te queda, ya no puedes, estás inundado, completamente empapado de su esencia.

Solo quieres ahogarte en ese aliento que te devuelve la vida y que el otro lo tiene guardado dentro suyo, como un tesoro para ser descubierto y rescatado, por quien tiene la llave del cofre donde guarda su amor y su alma…

 

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