No te he compuesto una canción, porque lo que quiero es tocarte al compás de tus caderas mientras el mundo te escucha.
No he dado en la tecla por aquello de darte en la nota. Nos he afinado los sentidos para sonar al unísono.
El movimiento de nuestros cuerpos juntos hacían de la música un ruido sordo, sin timbre ni tono. Donde el único pulso es el que se te acelera cuando te susurro: eres música para mis oídos.