Y ya pasado mañana por fin será el día de la primera presentación del libro!!
Te voy a dejar por aquí el cartel y a continuación otro de los relatos al completo.
¡PREPARADOS, LISTOS, YA!
Llegó el momento que tanto habíamos estado esperando mis compañeros y yo. Hacía algún tiempo que nos estábamos entrenando a fondo para la gran carrera. Los nervios salían a relucir una y otra vez, ya que todos queríamos ganar; había mucho en juego. Sin embargo, solamente uno de nosotros llegaría a conseguir tan consagrado puesto. Los demás quedaríamos ahí; presos en el olvido, sin ni siquiera tener otra oportunidad.
Además, oí comentar que había veces que este tipo de carreras no eran superadas por nadie ya que, a mitad de trayecto, o en ocasiones casi al final de este, se presentaba una barrera que nadie era capaz de vencer, así que no había ganador y, por lo tanto, nadie conseguía llevarse ese premio tan deseado por todos. Pero también es cierto que había algunas raras ocasiones en las que la valla podía ser saltada con éxito, aunque no sin algunos esfuerzos, ya que esta presentaba algún defecto. Yo dudaba que esta vez sucediera así y la sola idea de pensar que una estúpida barrera disiparía mis sueños, me producía una sensación bastante angustiosa.
No obstante, aún quedaba otra posibilidad: en algunas competiciones no existía tal inconveniente; yo deseaba ansioso que esta vez sucediera así. También oí decir de las malas lenguas que, a veces, después de superar la dura prueba, después de haber estado luchando y luchando para conseguir ser el campeón, este se quedaba sin premio. ¡Menuda putada! Tengo que confesar que este posible percance me enfurecía muchísimo y, en algunos momentos, llegué a pensar en darme por vencido.
Sin embargo, de todos es sabido que en este mundo, a veces, es mejor afrontar el riesgo a fracasar que abandonar. Desistir es perder seguro, sin embargo, luchando al menos tenemos dos opciones: quizás perder… quizás ganar… y yo tuve suerte: gané. No me fue muy difícil, ya que en esa carrera resultó no haber barrera, así que de lo único que tuve que preocuparme fue de ser el más veloz.
No obtuve un trofeo, como suele ser lo más habitual, sino que gané dos maravillosos premios. Entonces me sentí grande, ¡importante! Desaparecieron súbitamente todas mis angustias y miedos a fracasar; ya no tendría que competir más. Solo tenía que seguir adelante, seguir junto a mis dos premios, fundirme con cada uno de ellos, creciendo y transformándome en dos formas visibles: parecidas pero con un toque diferente entre una y otra. Formas que dentro de unos meses podrían disfrutar tanto la persona que me creó como la persona que fabricó los premios para mí.
A pesar de todo, hubo algo que me inquietó durante una temporada: yo sabía que mi creador o la dueña de la fábrica de mis trofeos, podían decidir arrancarme mi fortuna, mi ilusión, en cualquier momento. Es por eso que pasé algo de miedo durante los primeros meses, después se fue evaporando a medida que el proceso iba transcurriendo sin ningún altercado.
Finalmente se cumplió el plazo previsto; nueve meses. Ahora sí soy realmente feliz, ya que mi existencia ha contribuido a dar la vida a dos estupendas criaturas que ahora crecen y conviven entre vosotros.