La lágrima de la compasión (Filoctetes). Sobre la dificultad de contemplar el dolor en terapia
En23 marzo, 2022 | 0 comentarios | Sin categoría |
Hoy os traigo una bella historia de la mitología que relata Clarissa Pinkola en «Mujeres que corren con los lobos»: «Había un hombre llamado Filoctetes. Dicen que heredó el arco y la flecha mágicos de Heracles. Filoctetes resultó herido en un pie durante la batalla. Pero la herida no sanaba, despedía un olor nauseabundo y sus gritos de dolor eran tan espantosos que sus compañeros lo abandonaron en la isla de Lemnos y allí lo dejaron solo para que muriera. Filoctetes evitó morirse de hambre utilizando el arco de Heracles para cobrar pequeñas piezas de caza. Pero la herida se le enconó y el hedor era tan desagradable que cualquier marinero que se acercara a la isla tenía que desviarse rápidamente. Sin embargo, un grupo de hombres decidió enfrentarse con el hedor de la herida de Filoctetes para robarle el arco y la flecha mágicos. Los hombres lo echaron a suertes y la tarea le tocó al más joven. Los mayores lo animaron a darse prisa y a viajar al amparo de la noche. Así pues, el más joven se hizo a la mar. Pero, sobre el trasfondo del olor del mar, el viento le llevó otro olor tan horrible que el joven tuvo que cubrirse el rostro con un lienzo empapado con agua de mar para poder respirar. Nada, sin embargo, podía proteger sus oídos de los desgarradores gritos de Filoctetes. La luna estaba cubierta por una nube. Muy bien, pensó él mientras amarraba su embarcación y se acercaba sigilosamente al atormentado Filoctetes. En el momento en que alargaba la mano hacia los ansiados arco y flecha, la luna derramó súbitamente su luz sobre el macilento rostro del anciano moribundo. Y algo en el joven —éste no supo qué— lo indujo repentinamente a echarse a llorar y entonces se sintió invadido por una profunda compasión. En lugar de robar el arco y la flecha, el joven limpió la herida de Filoctetes, se la vendó y permaneció a su lado, dándole de comer, lavándolo, encendiendo hogueras y cuidando de él hasta que pudiera llevárselo a Troya, donde lo podría curar el semidivino médico Asclepio. Y así termina la historia. La lágrima de compasión se derrama en respuesta a la contemplación de la maloliente herida (…), las cuestiones no resueltas y no curadas (por ejemplo) de los malos tratos sufridos en la infancia» (p. 128-129) (Pinkola, 1992).
Óleo en lienzo de Jean-Germain Drouais: Filoctetes en la isla de Lemnos, 1738.
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