Lo monstruoso provoca miedo y/o asco. Las categorías morales se encargan de designar qué es lo monstruoso, de apartarlo de nosotros y de mantenerlo frente a nuestros ojos, como contraejemplo de lo que debemos ser, sentir, pensar o hacer.
El doloroso resultado de este proceso es la necesidad impuesta en cada uno de nosotros de ocultar todo lo extraño, lo “anormal”, lo inmoral, lo diferente y de colocarlo en el otro. Pero no olvidemos que lo monstruoso es una parte vital de nuestra propia historia, de nuestra humana y desolada existencia en la intemperie, como esos homeless que sobreviven en nuestras calles, ante nuestra vergüenza.
“Las figuras de lo monstruoso: el extraño, el intruso y el perverso (…) son figuras que hacen saltar por los aires las categorías morales (…) pero la lógica moral es fuerte y poderosa, y sabe que, al mismo tiempo, las figuras de lo monstruoso le sirven para realizar una función pedagógica de primera magnitud. Si logra su propósito de situarlas a la distancia y en el lugar adecuado, para la moral lo monstruoso será el contraejemplo vivo de lo que no se debe hacer, decir, pensar o ser. Lo monstruoso es la cara oculta de aquello que la lógica moral necesita que siga estando presente para poder activar sus dispositivos” (Mèlich, 2014, p. 207)(“Lógica de la crueldad”).