Lo moral surge como una forma de control y de dominación del mundo, como una forma de imponer certezas donde no las hay. La fantasía prometéica que garantizará que somos “dioses” porque poseemos el fuego y el conocimiento sobre la verdad y la vida, que las forjamos a nuestro antojo.

Dice Mèlich (2021): “Es necesario tener en cuenta que no es lo mismo “habitar” que “dominar”. La voluntad de dominio que poseen los distintos sistemas sociales, y sus correspondientes “lógicas simbólicas”, nos hizo pensar que era posible esquivar la incertidumbre y que podíamos usar, manipular y conocer el mundo a nuestro antojo. No estábamos en lo cierto, porque el mundo no es algo que esté a nuestra merced” (p. 27-28) (“La fragilidad del mundo”).

Imagen. “Prometeo” (2015) de Rubenimichi