Escribo.
Escribo una
y otra vez.
Escribo el dolor, la rabia,
el amor convertido en nada.
Plasmo letras, palabras,
una y otra frase.
A veces, sin coherencia,
y otras, todo se entiende.
Siento que me quemo,
sonrío y lloro.
Y creo que al escribir
tú, que no comprendes,
que vives en un mundo
que no es este ni ese:
me entiendes.
Y me miento que al arder
este dolor, de no reconocer,
te revive un poco a ti,
aunque me mate más a mí.
Pienso,
ingenua de mí…
Que escribiendo tú me sientes
y que, además, estás aquí.
¡Qué idiota la niña
que no supo decir gracias!
¡Qué idiota que te mira
y no hace nada!
Si pudieras sentir
cuanto escribo,
lo que aparece en mis noches
extinguiendo los sueños…
lo que apenas me permite coger aire.
Solo si puedes leer
que en cada suspiro te anhelo,
que aun en las noches te espero.
Todavía, te echo de menos.
Déjame decirte
cada uno de tus gritos,
cada golpe que sale de tu mano,
cada pierna que te falla,
me va matando, un poco, cada día.