Como prometí en mi anterior post, sigo con el análisis que inicié, a raíz del visionado de “Barbie”.

La segunda idea a destacar de la propuesta de Greta Gerwig hace referencia a la aparición de la idea de la muerte. Me parece sumamente interesante la propuesta de la directora, cuando presenta el inicio del proceso de cambio como efecto de la conciencia ante el paso del tiempo, ante la irrupción de la idea de la muerte. La aparición de la celulitis, el declive físico, sentir el frío del mundo (a través del agua de la ducha), dejar de flotar de forma etérea y pisar la tierra con los talones, ya sin tacones. Todos estos elementos empujando hacia una triste y necesaria conciencia de vulnerabilidad, a la depresión como emoción primordial.

Como describí en “El ciclo de Andros” (2021), para los varones el abandono de la posición aquileica es la condición necesaria para que pueda producirse la transición del niño-adolescente al hombre. Quiero recordar que esto ocurría siempre a través de la herida, a través del dolor producido por la conciencia derivada del anclaje corporal, la claridad sobre nuestra falibilidad, nuestro “talón de Aquiles”.

En la transición que propone la directora, se repite la propuesta para lo femenino. Es la tristeza provocada por la constancia de nuestra fragilidad como especie, la que empuja a Barbie, su protagonista, a la necesidad de una elección esencial, al modo en que Morpheo lo plantea a Neo en Matrix. ¿Quedarse en el mundo tecnicolor o ir al mundo real? ¿Seguir en una adolescencia perpetua o atrevernos a mirar en nuestra finitud?

La madurez en lo femenino transita inevitablemente también por la herida, así como por la renuncia a una adolescencia perpetua, donde la muerte no existe.