La tercera (y penúltima) idea que quiero subrayar, está relacionada con el concepto de los modelos hegemónicos de género y sus consecuencias. La visión patética de los hombres fascinados en su egocentrismo, en su deseo de ser admirados, alabados y en continua competencia, encaja perfectamente con la visión igualmente patética de las mujeres fascinadas por su imagen, por la moda, la estética y la superficialidad.

Hombres y mujeres, afectados por una “hemiplejia emocional”, personas forzadas a vivir invisibilizando, ocultando, sentimientos, necesidades, deseos y recursos naturales y saludables. Estos recursos y necesidades mediados, filtrados, por unas normas de funcionamiento moral -gramática social-, que nos empujan a una vida incompleta y desconectada.

El efecto Barbie como el efecto Aquiles, se construyen como formas normopáticas en nuestra sociedad, propuestas de un código moral que se sustentan en un recuerdo continuo de lo que es correcto, según nuestra raza, nuestro sexo/género, nuestra posición social y económica, nuestras creencias religiosas o políticas. Las normopatías son patologías de la normalidad, aquellas que son alimentadas por lo normativo, por lo socialmente deseable. Estas son, en una importante proporción, las causantes de otras patologías individuales bien descritas en los manuales del psicodiagnóstico y la clínica psicopatológica.

La angustia y la tristeza son, en muchas ocasiones, protestas creativas contra la imposición de los códigos morales vigentes, presentes en nuestro entorno relacional, en nuestras familias, que funcionan como solventes transmisoras de estos códigos, como sistemas que ponen letra y música a lo socialmente deseable.